Hoy es el día de la salud, aquel en que la mayoría tenemos que echar mano a este argumento para consolarnos de que la lotería nos haya pasado de largo un año más. Aunque en este momento, con el tsunami de Muface amenazando con producirse, decir salud sea mencionar la soga en casa del ahorcado.
¡Con la de cosas que los abulenses habíamos soñado con realizar si ayer nos hubiera tocado un buen pellizco en el bombo de las Loterías y Apuestas del Estado! Por ejemplo, comprar un arco de luces navideñas para dejar fijo todo el año en la calle de uno, a modo de farola de diseño, y así no tener que ir a tientas por la vía en cuanto cae el sol, o incluso, puestos a soñar, comprar unos cuantos arcos para emplazarlos junto a los pasos de peatones por los que se suela atravesar y así iluminar tantos que están en penumbra. Tampoco estaría nada mal invertir el dinerito ganado en contenedores y ponerlos cerca del portal propio, para no tener que desplazarse metros y metros con las bolsas de residuos hasta el lejano punto donde han puesto los contenedores nuevos.
También podría usarse el premio lotero para hacerse con unas cuantas máquinas taladradoras y otras tantas asfaltadoras, porque solo alquilándoselas al ayuntamiento, con el uso frenético que hace de ellas por todas partes llenando las calles de zanjas y en cuanto pasan unos meses volviendo a levantar lo ya arreglado, se puede vivir de rentas tan ricamente.
No vamos a ser pobres hasta para imaginar, podríamos adquirir un wifi portátil para no andar con problemas de cobertura en calles del centro histórico, o un gran arcón refrigerador donde poder meter los impuestos municipales para que queden congelados y no nos los suban sin piedad el 1 de enero, porque a este paso, en lugar de Ávila, vamos a tener que renombrar a la ciudad ÍBIla. Podríamos fundar una fábrica de pértigas para salvar el queso de gruyère de los baches y agujeros de las aceras cuando se pasea y así no tropezar; una idea sostenible e innovadora, que quizá encontrase acomodo en la Edusi.
¡Qué existencia tan cómoda y sibarita podría haber sido la nuestra con todas esas mejoras cotidianas! Pero la suerte de los décimos ha sido esquiva un año más. Nos queda el único alivio de pensar en el proverbio que nos proclama afortunados en amores, si no lo somos en el juego. Mejor no decirlo muy alto por si vuelven a modificar las Ordenanzas municipales para crear una tasa nueva que grave también ese tipo de fortuna.
Queridos lectores, aprovecho esta última columna del año para desearos una Navidad llena de felicidad en compañía de familia y amigos, y un Año Nuevo 2025 que, como todos los recién nacidos, venga con prosperidad bajo el brazo. Gracias por vuestra compañía en el año que concluye. Ya que no ha tocado la lotería, ¡un brindis a vuestra salud!