José Pulido

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José Pulido


Secretos del taxi

18/03/2025

Siempre he pensado que viajar es una de las mejores formas de aprender y la realidad me ha confirmado siempre esta opinión. No soy usuario habitual del servicio de taxi, la verdad, pero ha bastado un viaje para descubrir detalles sorprendentes que hasta ahora desconocía y que seguiría sin conocer de haberme quedado en casa.
El caso es que mi mujer y yo, junto a otra pareja, planeamos un viaje al extranjero. Teníamos que salir muy temprano, un lunes de madrugada, para tomar el autobús que comunica directamente Ávila con el aeropuerto de Barajas. El domingo por la mañana decidí llamar al servicio de Radiotaxi para reservar ese servicio y no arriesgarme a esperar hasta la última hora con el peligro de encontrarnos sin taxi por lo temprano de nuestra salida, las seis treinta de la mañana. 
Llamé y el operador o la operadora que me atendieron tomó nota de todos los datos, de mi dirección y de la hora a la que tenía que pasar a recogernos el vehículo. Como éramos cuatro pasajeros y llevábamos varias maletas, le dejé claro que necesitábamos un taxi grande, con un buen maletero. A esta petición se dio el visto bueno y no se puso ninguna objeción al encargo ni se me hizo observación alguna.
El lunes, con un tiempo lluvioso y desapacible, como el que hemos tenido estas últimas semanas, un poco antes de las seis treinta de la mañana estábamos los cuatro en la puerta de mi casa esperando al taxi. Como no llegaba, llamé al teléfono de Radiotaxi que me indicó que tenían constancia de mi encargo y que un vehículo acudiría a recogernos. Sin embargo, éste no venía y se puede imaginar nuestro nerviosismo, porque temíamos perder el autobús y complicar nuestro viaje.
En ese momento recibí una llamada de un taxista preguntándome si estábamos esperando un vehículo. Me explicó que él no disponía de un taxi con maletero grande como habíamos pedido. A pesar de ello le indiqué que bajase sin dudarlo y nos apañaríamos como fuera posible, porque teníamos mucha prisa. Vino, colocamos como pudimos las maletas y salimos hacia la estación de autobuses.
Durante el trayecto, y ante nuestro enfado por la situación, el conductor nos explicó que a esas horas de la madrugada solo trabaja un grupo de guardia y que no disponían de un vehículo de las características que habíamos pedido. Me sorprendieron mucho sus explicaciones, porque precisamente había llamado con un día de antelación y señalado las características especiales de nuestro grupo, conscientes de que podían suponer alguna dificultad; pero nada me indicaron desde la central cuando recogieron mi reserva. Es decir, que no había vehículos con maleteros grandes a esa hora y si no hubiéramos hablado con ese taxista, nadie hubiera ido a recogernos. Así nos lo dijo. Viajando se aprende.
El conductor, al parecer divertido con nuestro enfado, nos indicó que podíamos quejarnos, presentar reclamaciones, pero que al final nadie lo hacía. Que llegaríamos a tiempo a nuestro destino y que pasado el viaje nos olvidaríamos de todo.
Tenía razón en cuando a que llegamos a tiempo. No perdimos el autobús y pudimos realizar sin incidencias nuestro viaje. Pero no quiero que esta anécdota pase sin compartir mi queja por una deficiencia en el servicio que no entiendo. Si llamo con tiempo suficiente para pedir un coche con unas características específicas y no se me advierte de que no pueden atenderlas, creo que tengo derecho a enfadarme y a pedir que se tomen medidas para evitar problemas innecesarios e informar al usuario de lo que se puede y lo que no se puede hacer. Es una cuestión que ayudaría a mejorar un servicio público tan importante y ahorraría enfados.
Todo esto lo comento en esta cita habitual con los lectores por si a ellos les puede resultar de utilidad y por si alguien toma nota para solucionar esta disfunción. Sin acritud. Y un consejo: aprovechen bien los viajes que emprendan porque sin duda van a aprender mucho de ellos. Disfrútenlos.

ARCHIVADO EN: Taxi, Ávila