José Pulido

Contar hasta diez

José Pulido


El Escorial chico

15/04/2025

El último artículo de mi colega en las páginas de opinión del Diario de Ávila, Pablo Casillas, volvía a poner sobre la mesa el pasado 8 de abril, el interminable asunto del Palacio de la Duquesa de Valencia o Palacio de los Águila y su transformación en Museo. Plantea en su artículo alternativas para dotar de contenidos este nuevo espacio museístico cuando finalicen las obras de adaptación y reforma que viene sufriendo desde tiempos ya remotos. Unas obras que convierten al tópico Monasterio del Escorial en ejemplo de rapidez y eficacia constructiva comparado con ellas.
Comparto muchas cosas con Pablo Casillas: tertulias, conversaciones, ideas…y siento un gran respeto por su honestidad intelectual y personal. Tras leer el artículo me emociona más aún su espíritu constructivo y su disposición a aportar ideas, propuestas, soluciones a un asunto que produce, cuando se trae a colación entre los ciudadanos abulenses, un abanico de sentimientos que van desde el más profundo hastío, hasta el enfado, la incredulidad y la ironía.
Dicho con toda claridad: el proyecto del Museo del Prado en el Palacio de los Águila ha sido una de las mayores tomaduras de pelo a los abulenses de su historia. Y mira que es larga. Se ha utilizado con fines electorales y manipulado tantas veces, que ya nadie espera nada, nadie cree nada y no sé si a alguien ya le importa verdaderamente. Si no es un "puro" que hay que solucionar de una vez, aunque solo sea para poder olvidarlo definitivamente.
No voy a cansar al lector deteniéndome demasiado en las expectativas que despertó el anuncio en los albores de este siglo del proyecto de convertir el Palacio que la Duquesa de Valencia cedió al Estado con sus colecciones artísticas, en un centro anexo al Museo del Prado y que albergaría las obras del denominado "Prado disperso" o el "Prado oculto", además de servir como punto de partida del "Prado itinerante". El primero de estos conceptos se refería a las obras del Museo dispersas por numerosos edificios públicos en toda España. El segundo a los fondos que no se exponen habitualmente y que son mucho más numerosos que los que se muestran al público. El tercero a que Ávila fuera el centro de gestión y punto de partida de exposiciones de obras de arte con el sello Prado que recorrerían el país. 
Cualquiera de estas tres vías era un sueño para una ciudad Patrimonio de la Humanidad como Ávila, que tiene su principal riqueza en la oferta turística monumental y cultural. El sello de calidad del más importante Museo de España y uno de los primeros del mundo, atraería  a miles de turistas, de visitantes atraídos por ese espacio de arte que se abriría en el Palacio. Un proyecto de futuro que prometía un impulso económico y un crecimiento artístico ilusionante, que se lanzó a los cuatro vientos con la presencia de ministros del Gobierno de España y que ilusionó a la ciudad.
Desde aquel entusiasmo inicial hasta ahora todo han sido décadas de decepciones, promesas incumplidas y recortes del ambicioso proyecto que se nos presentó a los abulenses hasta el actual, que se reduce a una modesta Sala Prado, donde se expondrán de forma coyuntural algunas obras de la gran pinacoteca española sin ninguna vinculación estructural con la misma. Además de trasladar algunos fondos del actual Museo Provincial, dependiente de la Junta de Castilla y León y poco más. Una oportunidad histórica, similar a la de la Escuela de la Policía Nacional, perdida.
Las ideas que propone Pablo Casillas para dotar de más contenido el nuevo Museo, cuando terminen las obras por supuesto, que muchos lo dudan, pueden ser acertadas o no. Bien intencionadas, seguro. Pero a estas alturas de la película, después de tantas decepciones, tantas promesas incumplidas que acabaron en la papelera de la Historia, tantos "Desatascadores" que fracasaron en su empeño, insisto en que a muchos abulenses el tema les cansa, les enfada o les produce una irónica sonrisa de incredulidad.
Si alguna vez se llega a inaugurar esa infraestructura, que muchos lo dudan, quienes recuerden el ambicioso proyecto con el que nació, tendrán poco que celebrar. Solo que dejarán de darnos la lata con el dichoso Museo. Veinticinco años después, ya vale.