Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Musas de primavera, dríades pintoras

29/03/2025

Para los griegos, el mundo volvió a florecer cuando Perséfone regresó de los infiernos un amanecer. En Cantabria son las anjanas quienes traen la primavera; sus mantos cubren todo a su paso de flores duraderas. Mas no se dejen por mitologías engañar, hoy traigo en mi artículo del esplendor de estos meses la verdad. Son las musas quienes nos regalan la primavera, en forma de versos, bailes y música hechicera. Pero las inspiran las dríades y ninfas que, con sus pinceles,   todo lo invaden.
Son ellas las que perfilan los brotes que florecen cada año. Y son ellas a quienes los más afamados, con su obra, han inspirado. Está la dríade de Van Gogh, con su cabello trenzado con flores, rosado es su color. La de Antonio de Ávila pinta sobre fondo blanco y con relieve sobre el cristal. Su hijo Albano ha hecho de la primavera su color, y su musa le lleva a los campos de Castilla, sobre los que Machado se explayó, cuando el trigo aún es verde y se espera lo mejor. Es el hada de Klimt la más cariñosa, pues da igual que vaya vestida de flores, de todo tipo y condición, o que solo lleve los capullos en el pelo; va repartiendo abrazos y besos para que sientas tu valor. Dríade de Millais, dríade shakespereana, pues reposa en un río, repleto de matorrales, cual Ofelia ya calmada. Es la de Adelina Labrador una ninfa abulense, pues pinta nuestros pardos y ríos y los arbustos de frente. Y luego está la de William Morris, que debía de ser de las que cuidan el hogar, pues llena de vegetación los muebles y paredes, para que también sientas la naturaleza cuando a casa puedes regresar. La dríade de Monet bajó por el camino de Sonsoles y lo llenó todo de amapolas sobre campos de centeno, pero esta ninfa inquieta le llevó por el mundo entero. Rosales en arco, nenúfares en un lago, todas las flores y los colores pasaron por la paleta de Monet, porque dio con un hada que sabía componer. Era hermana de la de Caillebotte, que además de restos de pintura entre las manos, las tenían manchadas de tierra, pues pintaban y cultivaban, eran hijos de la primavera. La dríade de Velázquez era tímida y disimulada y solo los que le aman saben encontrarla: está escondida entre los vestidos y los peinados; de las Meninas, sí, pero también de los caballos. Nada que ver con la de Joan Mitchell, un hada juguetona que siente esta temporada con pura emoción, impregna de pigmento sus brochazos para causar conmoción. La de Berthe Morisot es la ninfa de la ternura, hace ramos en parques y jardines y se los regala a una niña. La de Raoul Dufy se refleja a manchazos como un dibujo acuarelado. La de Pejac es una Anjana y se encuentra casi en la puerta de su casa, le pide aire y naturaleza, llévala a cárceles, hospitales o a lugares donde haya pobreza. Y ya metidos en murales llega la dríade de Lara Rubin de Celix; de Garoza hasta Gredos, lo llena todo de tradición, sola o acompañada, danzas, oficios y hasta piornos en flor.
Las ninfas pintan la primavera, con sus pinceles y una linda canción, pero no saben que a todas ellas también pintan con primor. Desde el Tiétar, tras un paseo por el valle encantador, Kasandra las pinta con la magia de su inspiración.
Que disfruten ustedes de la primavera, de su hechizo y su color.