Enrique Fernández Dégano

El rincón del Tiétar

Enrique Fernández Dégano


Difícil facilidad

12/02/2025

"Pues más de                          
ciento, en horas veinticuatro, 
pasaron de las musas al teatro".
Epístola a Claudio.
                                                                                                                           
¡Quién pudiera tener la fortuna de gozar de la inspiración y la complicidad de las musas que tuvo el Fénix de los Ingenios, Lope de Vega!, el cual nos dejó la anterior perla de su fecundidad literaria y se vanagloriaba de haber escrito "más de mil quinientas fábulas"; dejándonos todo un tratado de defensa de su dramaturgia en su "Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo". 
Por lo general, al menos en el caso de este aprendiz –que se muestra agradecido a la dirección de Diario de Ávila por esta columna–, el proceso de escritura resulta más laborioso de lo que a uno le hubiera gustado. Consuela el hecho –sin ser pretencioso– de que, al gran poeta y dramaturgo Federico García Lorca, por ejemplo, le ocurría lo mismo: "Si es verdad que soy poeta por la gracia de Dios o del demonio, también lo es que lo soy por la gracia de la técnica y del esfuerzo y de darme cuenta en absoluto de lo que es un poema". 
No todo el que se dedica al difícil arte de la escritura tiene la facilidad del Monstruo de la Naturaleza. Más bien, todo lo contrario; por lo que, el caso lopesco parece pertenecer a la esfera de las excepciones. Tuvo el gran Lope de Vega relación con nuestra capital al haber sido capellán de la capilla de San Segundo en la catedral abulense, pero también, el Barranco de las cinco villas se hace eco de sus versos, en los romances que se cantan en Villarejo del Valle cada Jueves y Viernes Santos, dedicados a la Pasión de Cristo, salidos de su numen. 
Claro que, cuando uno tiene delante –amén del encanto de sus villas, su peculiar historia, costumbres y tradiciones– estos maravillosos paisajes, "las crestas que en el cielo tocan", "enhiestos surtidores de sombra y sueño" como el ciprés de Silos al que cantara Gerardo Diego, las musas tienen más difícil el ausentarse. Estas vetustas cumbres –desde su cara norte– fueron motivo de inspiración de D. Miguel de Unamuno, a quien le gustaba hacer excursiones a las altas cimas de Gredos y sus maravillosas crestas graníticas: los Hermanitos, el Cuchillar de las Navajas, Casquerazo, el Ameal de Pablo, el pico Almanzor (llamado así en alusión al caudillo árabe) etc., sobre el circo glaciar de la laguna grande; alimento para el alma de poeta del gran cantor de Gredos, espinazo de Castilla. Versos anhelantes de divinidad. El rector perpetuo de la Universidad de Salamanca comparaba el dolor que le ocasionaba alumbrar sus poemas con los del parto y les consideraba fruto de sus entrañas, pero libres:" Id con Dios, hijos míos"; a la par que perdurables: "¡Cuando yo ya no sea, serás tú, canto mío!". 
Para el gran don Miguel, el Barranco de las cinco villas –en la cara sur de Gredos– era un lugar paradisíaco, al igual que para la reina Isabel la Católica –de la que el pasado año se conmemoró el 550 aniversario de su proclamación como reina de Castilla– sería su paraíso, Guadalupe (Cáceres), en el corazón de las Villuercas extremeñas y santuario de una virgen negra que es patrona de Extremadura y Reina de la Hispanidad.
Siempre conviene valorar la difícil facilidad de la prosa o los versos de muchos autores, fáciles en apariencia, pero labrados con la paciencia y precisión del escultor que cincela su creación.