Sonsoles Sánchez-Reyes

A otra luz

Sonsoles Sánchez-Reyes


Ávila en llamas (II)

10/01/2025

Cuando el 30 de junio de 1913 se desencadenó en Ávila el incendio más violento del que se tiene memoria en nuestra historia reciente, afectando a las inmediaciones del Mercado Grande, una orden del Gobernador civil, por razones de seguridad al temerse el desplome de las cornisas de las casas afectadas por el fuego, prohibió el tránsito de carruajes por la calle San Segundo. El director de la sucursal del Banco de España en Ávila, Sr. Lagunilla, dispuso el 1 de julio que sus oficinas no se abriesen al público, teniendo en cuenta la situación atípica que vivía la ciudad. Como consecuencia, hasta el día 2 no cobraron su sueldo los funcionarios públicos. La empresa del Coliseo suspendió asimismo esa semana la acostumbrada función de cinematógrafo de los jueves, y la celebrada la semana siguiente fue a beneficio del bombero herido.
El personal de Telégrafos de la ciudad, con motivo del incendio, aumentó de modo abrumador su trabajo, con las extensas informaciones que enviaban a sus periódicos los corresponsales, y el servicio particular de quienes por millares desde fuera inquirían por familiares o amigos residentes en Ávila o quienes querían desde aquí comunicar a sus allegados de fuera que se encontraban bien. Con objeto de proporcionar el relevo que permitiera algún descanso al personal, llegó de Madrid el oficial del cuerpo Sr. Rosell.
Tras lograr controlar el incendio con enormes dificultades por la carencia de agua y la lesión de algunos de ellos, los bomberos de Madrid tomaron el tren de regreso hacia la capital de España que partió de la estación abulense a las 10 de la noche del 1 de julio, siendo despedidos allí por el alcalde, concejales y numeroso público entre aplausos.
Los bomberos abulenses y personal municipal se mantuvieron toda la noche moviendo los escombros y refrescando los trozos de madera que aún humeaban, con objeto de evitar la reproducción del fuego, por el fuerte viento que reinaba de madrugada.
El 2 de julio el Ayuntamiento celebró una sesión en la que se ocuparon del siniestro, que protagonizó titulares en prensa nacional e internacional. Ese día, una señora abulense que quiso mantenerse en el anonimato, se presentó en el domicilio del carpintero Pablo Sánchez Segovia, herido en el incendio, para entregarle 50 pesetas.
A las 5 de la tarde del 2 de julio llegó en automóvil al Gobierno civil de la provincia, procedente de La Granja, el general Aranda, ayudante del rey Alfonso XIII, quien transmitió al gobernador y al alcalde que el monarca le enviaba a enterarse in situ del alcance del siniestro y hacer presente a la ciudad su sentimiento por lo ocurrido. El primer edil telegrafió al soberano expresando el agradecimiento de la ciudad por el gesto.
En la tarde del 2 de julio, el gobernador, acompañado del concejal Cesáreo Nieto, visitó al obrero herido, Pablo Sánchez Segovia. Le felicitó por su comportamiento, interesándose por su pronta curación y entregándole un socorro en metálico. 
72 horas después de declararse, el incendio se daba por extinguido, quedando la manzana arrasada. Las pérdidas fueron cuantiosas, estimándose en un inicio por algunos medios en 650.000 pesetas, una fortuna para la época. Fueron pasto de las llamas numerosas viviendas del entorno del Mercado Grande, en la fachada sur de la plaza del Alcázar (hoy Adolfo Suárez) y entre las calles San Segundo, Leales y Estrada. Las casas destruidas fueron los números 6, 8, 10, 12 y 14 de la calle San Segundo, alcanzando además el fuego a los interiores de las casas de la calle Estrada. Ardieron las farmacias de Juan Paradinas, Guerra y Lapuente y la Central de los Teléfonos Interurbanos, de la que solo se pudo preservar el cuadro de distribución y algunos aparatos, así como la fábrica de gaseosas "La Madrileña" de los hermanos Santodomingo Guerrero, y tampoco pudo salvarse la documentación del Archivo de Pósitos. 
Seis meses después, el Ayuntamiento de Ávila recibía el material contra incendios que había encargado, el más puntero del momento. Lástima no haber contado con él medio año antes.