Dijo Séneca: "Una era construye ciudades, una hora las destruye". ¡Cuánto esfuerzo supone levantar iniciativas culturales y consolidarlas! Son años de planificación y sacrificios, que edición tras edición van avanzando hasta cristalizar en un resultado beneficioso para todos. ¡Y qué fácil es no valorarlo desde un alejado despacho enmoquetado, y echar todo abajo de un plumazo en un abrir y cerrar de ojos!
Lo que está ocurriendo en los últimos tiempos con el sector cultural de Ávila por parte del Ayuntamiento es enormemente preocupante y sin precedentes en nuestra ciudad ni en otras de nuestro entorno. Es un desmantelamiento progresivo, insensible, imparable. Los abulenses estamos asistiendo a ello al principio con perplejidad e incredulidad, y después, visto el muro levantado por los inquilinos del Mercado Chico, con desazón, impotencia y profunda tristeza. Pudimos pensar quizá al principio como consuelo que eran casos aislados, pero la realidad ha demostrado ser mucho más dura, porque ahora se suceden y encadenan unos con otros. El equipo de Gobierno repite la explicación de la insuficiencia de dinero, airea culpas al prójimo, y con una actitud que parece de indiferencia mira para otro lado.
La Banda de Música celebró llena de vida su cuarto de siglo en noviembre de 2019; este año estamos -estaríamos- ya en su trigésimo cumpleaños. Para "conmemorarlo", se le ha retirado la aportación municipal necesaria para su funcionamiento, por lo que deberá disolverse. 30 años de formación, con una base firme conseguida como resultado, algo que no se improvisa, y que al interrumpirse ahora costará mucho volver a recuperar en el futuro por otros equipos de Gobierno. Es como talar o arrancar de cuajo un árbol crecido y frondoso; el arrepentimiento posterior supone volver a plantar las semillas e iniciar de cero el largo proceso otra vez. Hay municipios mucho más pequeños que el nuestro que cuentan con una sólida y digna banda de música; en nuestra ciudad Patrimonio de la Humanidad, sin embargo, a día de hoy vamos camino de tener que recurrir al tocadiscos y los altavoces.
Alegar falta de presupuesto no es excusa. Presupuesto municipal hay (más de 60 millones de euros anuales); lo que no hay es voluntad de priorizar en cultura antes de en otros epígrafes: sueldos políticos o gastos protocolarios, por ejemplo. Si se quiere, se puede. Con presupuestos muy exiguos, en legislaturas pasadas la tenencia de alcaldía de cultura, a base de liderazgo, buena administración, trabajo y participación de la ciudadanía y los colectivos, logró no solo mantener todo lo existente anteriormente, sino incrementarlo creando programas de éxito innovadores, en línea con lo que se hacía en los epicentros culturales del país. Pero la mayoría de ellos ahora han desaparecido en nuestra ciudad o han quedado reducidos a la mínima expresión. Si tras recortes presupuestarios se eliminan o disminuyen tantos programas y actividades, ¿para qué es necesario un número tan elevado de concejales liberados dedicados a gestionarlos? ¿no deberían ir acompañados también de menos encargados en exclusiva a ello?
El patrimonio y el legado cultural de una tierra no pertenecen a quienes en un momento dado gobiernan; son de todos. Desmembrarlos o borrarlos es una deslealtad a quienes nos precedieron y a quienes nos sucederán.