Pablo Casillas

El Corrillo

Pablo Casillas


¡No es familiar nuestro!

21/05/2024

Pedro Sánchez-Pérez Castejón, presidente del Gobierno de España, no es Familia de más de 48 millones de españoles.

Hago esta inicial observación, por si alguno no se ha enterado todavía de que no está obligado a defenderle y comulgar con todo lo que diga y haga cual si fuera su familia.

Miren, los partidos políticos, al igual que las tabernas, tienen su 'clientela' que, en ocasiones, muestra una cierta fidelidad.

Siendo esto un hecho objetivo, en el caso de las tabernas, si el tabernero fuere un sinvergüenza, que, por ejemplo, cobrase más de lo que corresponde o incluyera cosas que no se han servido; si en su establecimiento el vino estuviere avinagrado –'picado' que dirían nuestros clientes–; que los platos y los vasos estuviesen sin lavar; que hubiere cucarachas en el local, etc., perdería los clientes y tendría que cerrar su negocio. Creo que nadie puede dudar de lo que afirmo.

Sin embargo, no sucede lo mismo con los partidos políticos y con sus dirigentes, lo cual no solo es que resulte sorprendente, sino más aún, inaudito, porque lo que hacen los políticos afectan de forma muy grave a los ciudadanos, a nuestros derechos e intereses.

A raíz de la penúltima astracanada del Sr. Sánchez –que no será la última, por supuesto–, resulta que han salido a defenderle miles de personas, muchas de ellas con "estudios" (bien es verdad que tener estudios no te garantiza el tener sentido común, lo cual he podido constatar a lo largo de mi vida: quien más sentido común ha demostrado tener siempre ha sido la "gente llana", del pueblo), lo cual está carente de lógica toda vez que detrás del personaje hay sapos y culebras.

Supuestamente, la "historia" que se ha montado para ampliar el "muro", para aglutinar de forma inquebrantable detrás suyo a todo su partido y así poder arremeter contra los partidos de la oposición, contra los jueces y también contra la prensa Libre y, en definitiva, para tratar de controlar y manipular el Estado de Derecho, se debería al "ataque" personal hacía su esposa, que ha tomado como suyo cual paladín medieval.

Conviene dejar transcrito lo que dispone el artículo 428 del Código Penal acerca de la figura del tráfico de influencias: "El particular que influyere en un funcionario público o autoridad prevaliéndose de cualquier situación derivada de su relación personal con éste o con otro funcionario público para conseguir una resolución que le pueda generar directa o indirectamente beneficio económico para sí o para un tercero, será castigado con las penas de prisión de seis meses a dos años, multa al tanto al duplo del beneficio perseguido u obtenido, y prohibición de contratar con el sector público, así como la pérdida de la posibilidad de obtener subvenciones o ayudas públicas y del derecho a gozar de beneficios o incentivos fiscales y de la Seguridad Social por tiempo de seis a diez años. Si obtuviere el beneficio perseguido, estas penas se impondrán en su mitad superior.      

Sin duda, sería una insensatez por mi parte calificar lo que ha venido haciendo doña Begoña Gómez, esposa del presidente, en el ámbito de la esfera penal, cuando es así que a quien corresponde esa función es a los jueces y tribunales, pero, de la literalidad del precepto, y en atención a lo que han venido informando los medios de comunicación, no desmentido por doña Begoña –o su esposo–, no se puede descartar sin más que no se esté ante un tráfico de influencias porque, no lo olvidemos, la sra. Gómez ha medrado en razón del cargo de su esposo y ello le ha permitido alcanzar una posición y titulaciones que anteriormente no tenía y las  diversas gestiones que la misma ha realizado a favor de terceros han obtenido el fruto deseado, en gran medida de contenido económico. En cualquier caso, lo que no cabe la menor duda es que acudiendo al histórico dicho de que la "mujer del César no solo debe ser honrada, sino también parecerlo", lo que ha venido haciendo la sra. Gómez, con el conocimiento, asentimiento e incluso intervención de su señor esposo es digno de la más absoluta crítica, hasta el extremo de que lo éticamente razonable habría sido que el presidente hubiera dado cumplidas y justificadas explicaciones y no haber montado el espectáculo de la "meditación".

Ante esas circunstancias, –y otras muchas que el espacio periodístico impide relatar– venir a poner la "mano en el fuego" en nombre del Sr. Sánchez, solo se puede deber a dos "razones": que exista mucho interés personal en que aquel permanezca en el poder; o que se carezca del más elemental sentido común; y ello porque es muy probable que te quemes.    

A quienes ponen la mano en el fuego por cualquier político, –o por cualquier persona en general– no siendo su propia familia, les invito a que antes de hacerlo se conviertan en "abogado del diablo", que es lo que hacemos todos los días los abogados en ejercicio, y para ello basta con hacerse una sola pregunta: ¿Harían lo mismo si el personaje fuera alguien de un partido político al que no votan? ¿Habrían hecho lo mismo, en este caso, si se hubiera tratado de Feijoo y su esposa? Si la respuesta es negativa, y claramente lo sería, lo lógico habría sido no haber formado parte de la "astracanada".

Todos los cientos, miles, de personas del mundo de la "cultura", de la "política", del "periodismo", etc., que han salido a apoyar incondicionalmente al sr. Sánchez, sin ser de su familia, vista la intervención de este último el pasado día 29 de abril, han hecho no solo el ridículo, sino que han causado un grave daño a la democracia, siendo esto lo más relevante. No todos, pero sí muchos de ellos, se avergonzarán en breve.

Poner la mano en el fuego por cualquier Político –y lo digo con el mayor respeto a toda la actividad política–, es una insensatez y una temeridad cuando de cuestiones personales se trata. Es mi opinión. Habrá otras, por supuesto.