Los volúmenes "Famosas novelas" que publicó la editorial Bruguera entre 1972 y 1978 fueron mi primer acercamiento a los gandes clásicos de la literatura universal. Una iniciativa de la editorial que tuvo mucho éxito al apostar por el formato cómic para que los más pequeños empezásemos a relacionarnos con historias sin fronteras y que tuvo 21 volúmenes que pasaron por todas las manos que yo pueda recordar: hermanos, primos, amigos...Una de mis lecturas de cabecera a la hora de la merienda junto a las colecciones de Tintín y Astérix, siempre con permiso del multiverso del humor que construyó con tanto cariño Francisco Ibáñez.
Y Guillermo Tell era una de esas historias que leí y releí sin límite junto a otros títulos que habitan en mi memoria más primaria como "Genoveva de Bravante", "La esfinge de los hielos", "Los caballeros teutones", "Cinco semanas en globo"... y así podría rellenar dos columnas. El caso es que al ver Guillermo Tell en la cartelera mi cerebro desbloqueó algunos recuerdos y tuve la necesidad irrefrenable de visionar esta película firmada por Nick Hamm, un realizador británico del que apenas recuerdo algún título de comienzos de los 2000 de cierta relevancia: "The Hole" y "El enviado", este último uno de esos títulos que nadie sabía por qué contaban con Robert de Niro en su reparto. Y en aquella época fueron unos cuantos...
Enfrentarse a "Guillermo Tell" en mi caso también es comprar un boleto para viajar a la infancia. Y con este personaje la verdad es que nunca tuve muchas oportunidades de disfrutar de regresión alguna porque cuesta creer que este héroe legendario de la independencia suiza haya tenido tan poco recorrido en el cine, y más si lo comparamos con otros personajes folclóricos como Robin Hood, que han tenido más de 50 tratamientos en el cine frente al famoso ballestero suizo, cuyas apariciones en el cine casi podrían contarse con los dedos de una sola mano.
Y así uno entra en la sala con el único recuerdo nítido del momento en el que se le obliga a Guillermo Tell a disparar a una manzana que descansa sobre la cabeza de su hijo, y según va avanzando la historia la magia obra y se van desbloqueando nuevas viñetas de aquella historia que de pequeño disfruté de lo lindo. Todo armado por Nick Hamm con mucho clasicismo formal y con un espíritu de producto de plataforma que puede disfrutarse en una pantalla de cine. Con sus cositas que mejorar pero con una incuestionable potencia visual que solo pueden ofrecer los paisajes suizos y el género de capa y espada, y alguna que otra solución de planos aéreos que tan bien funcionan siempre y que ya son habituales en el cine de aventura y fantasía desde que Peter Jackson probó su eficacia en la trilogía del anillo de poder.
"Guillermo Tell" no solo es un entretenimiento digno aunque su historia sea totalmente arquetípica, también es un billete para regresar a la infancia si uno no tiene un Delorean aparcado en su garaje. Y también es una invitación para recuperar los volúmenes de "Famosas novelas" que tengamos atesorados por nuestras casas para volver a una época en la que no no existían los problemas ni las responsabilidades, y por tanto eramos plenamente felices sin saberlo.