José Pulido

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José Pulido


Perder el tren

21/01/2025

Me preocupan las noticias que nos llegan sobre el futuro de la estación de ferrocarril de Arévalo, que ha denunciado el comité de empresa provincial de ADIF, la empresa pública de las infraestructuras ferroviarias, y que han causado el lógico enfado de los vecinos de esta población morañega.
El comité de empresa alerta sobre los planes de ADIF para que a partir de este mes de enero, solo permanezcan dos trabajadores para atender el servicio de dicha estación entre las 6.30 y las 14,30 horas, de lunes a viernes. Esto supone que por las tardes y noches, sábados, domingos y días festivos o en vacaciones y bajas de estos agentes, la estación se queda sin personal que la atienda.
Comprendo la preocupación de los vecinos. No solo los 8.000 habitantes de Arévalo, sino también los de las localidades próximas que temen el deterioro en el servicio y en la seguridad de esta estructura tan importante para sus necesidades de transporte como es el ferrocarril. Pero lo malo de la noticia es que viene a consolidar un incesante proceso de deterioro de los servicios públicos en el medio rural.
La secuencia ya la conocemos de otros muchos casos anteriores: se empieza restringiendo personal, se recortan medios y horarios y se va destruyendo la demanda de los usuarios a base de darles cada vez menos servicios, deteriorar la calidad de la oferta y desanimarles con trenes que van perdiendo y con estaciones cada vez más vacías, hasta que llega el momento en que se cierran para no volver a abrirse más. Deberán buscarse la vida por otro lado y utilizar otros medios de transporte. 
Un clavo más que se clava en el ataúd de la España vaciada, del mundo rural. Pese a tantas palabras altisonantes y tantas promesas incumplidas, ese proceso de abandono parece imparable, y por tanto, los compromisos para luchar contra la despoblación, se antojan letra muerta para llenar un programa electoral.
Y no tendría porqué ser así. El ferrocarril es en la actualidad un medio de transporte esencial, y sobre todo con mucho futuro. Han bastado unas cuantas medidas en los precios por parte del Gobierno central y de las distintas administraciones, como bonos y rebajas de tarifas a distintos colectivos y grupos de población, para que haya una creciente demanda. En las grandes ciudades, en las zonas de la costa mediterránea y aquellas donde hay mayor población y actividad, los trenes de cercanías, los de media distancia, son muy utilizados. El tren es accesible, es seguro, contamina bastante menos que el automóvil, y si se planifica bien, es puntual, y puede evitar los grandes atascos del tráfico rodado en las horas punta y movilizar a millones de personas.  
Esto dicho de forma general, porque también estamos sufriendo muchos problemas de falta de puntualidad, de averías, de robos de material, de incidencias de todo tipo en los trenes, que sufren los usuarios. Pero son incidencias que pueden arreglarse; es cuestión de efectividad, de buena planificación. El ferrocarril es un medio de transporte lleno de ventajas que está llamado a desempeñar un papel central para responder a las necesidades de movilidad de los ciudadanos. Todas las inversiones que se hagan para su desarrollo están más que justificadas.
Si trasladamos este razonamiento al mundo rural, para que tenga también futuro, necesita que la apuesta por el tren sea igualmente decidida y aún más fuerte que en las grandes ciudades. Necesita abandonar los criterios meramente economicistas y a corto plazo. Sí, el ferrocarril en la España vaciada, puede ayudar a que sus pobladores disfruten de una mayor calidad de vida, que  no se marchen y que otras personas consideren la alternativa de regresar a ella y devolverle vitalidad. 
Igual que reclamamos la conexión digital, la sanidad y la educación como derechos de los habitantes de los pueblos, el transporte es igualmente necesario. Es ciertamente más costoso, pero estamos hablando de servicio a las personas y de apuestas de futuro. Comprometidas, sostenidas en el tiempo y coordinadas con otras actuaciones que las complementen. Necesitamos que, en Arévalo, no se pierda el tren.