¿Cómo hacer caso al evangelista Mateo cuando invita a no juzgar, a no ser hipócritas y a mirar en nuestro interior? Imposible. Los de siempre permanecen en el poder, con otros nombres, pequeñas castas casi inmortales. Simon Kuper, en su libro "Amigocracia", da alguna clave. Boris Johnson, David Cameron, Theresa May, Dominic Cummings utilizaron la política británica hasta llegar al Brexit; al parecer no le ha ido tan bien al Reino Unido, ellos siguen ahí. Compañeros desde jóvenes y casi siempre aliados. Son los elegidos, y lo confirma el autor cuando nos aclara que trece de diecisiete primeros ministros británicos de la posguerra estudiaron en Oxford, ¿son casta?
Acudimos a los libros y luego nos enfadamos: ¿cómo no lo vimos venir?, o, ¿sí lo vimos, pero nada podíamos hacer? "El club de los elegidos", libro de David Rothkopf, editado en 2008, cita a quienes, como se decía coloquialmente, estaban en la pomada. Algunos se han ido, pero nos interesa quienes permanecen bien ellos o lo que representan. Los de siempre llevan la amenaza en su proceder, es la estirpe de los poderosos y ricos.
Rothkopf alude a los propietarios de las llamadas GAFAM, (Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft), Larry Page, Steve Jobs, Mark Zuckerberg, Jeff Bezos, Bill Gates y los cita en "El Club de los elegidos"; estaban todos, faltaba Elon Musk, XCorp, pero ya se ha incorporado a la casta. La suma de sus fortunas muestra una cifra monstruosa, supera los 1,3 billones de dólares. Para situarnos mejor, de 190 países solo 25 tienen un PIB superior a esa cifra. Elon Musk, sudafricano nacionalizado en EE.UU., posee un patrimonio de 450.000 millones de dólares, 70.000 millones más que el PIB del país donde nació.
¿Es envidia de pobres frente a ricos? ¿Un país, dos veces mayor que España, dice que la suma del cerebro de sus 62 millones de habitantes es inferior a la de un individuo?: No. Pero sí tenemos una certeza, algo no va bien en el mundo. A modo de ejemplo, el 1% de la población sudafricana tiene el 70% de la riqueza. La brecha se agranda de manera peligrosa e incomprensible, y lo que no se puede entender solo puede llevar al desorden.
El libro de Rothkopf describe a Trump como "alguien que llevaba pintado su nombre en los costados de su avión, una persona anómala y no muy sorprendente en sus gustos". Hoy tenemos que este personaje vulgar y de mal gusto, hortera según nuestro idioma, presidirá EE.UU. Tendrá el destino del planeta junto a Elon Musk, el plutócrata más rico del mundo. ¿Conducirán su país, la administración pública, como si fuera una empresa? ¿Se forrarán aún más si cabe?
Musk ha empezado a actuar como filibustero y obstruccionista contra varios países europeos, y así lo han denunciado Francia, Gran Bretaña, Alemania y Noruega; España también está en el punto de mira. Trump no es aún presidente de EE.UU. y ya insta a la Unión Europea a comprar su petróleo y su gas o subirá los aranceles sobre los productos europeos. Advierte de que confiscará a Panamá su canal. Aventura que se hará con Groenlandia, lo comprará o por cualquier otro medio; los daneses ya le han contestado. Socava la soberanía de Canadá, quiere sumarla como Estado 51 de la Unión, Trudeau ya ha dimitido. Amenaza al "narco Estado de México", y su presidenta, Sheinbaum le contestó. Todos responden al peligroso bufón. Delirios de grandeza, matonismo y jactancia son atributos de los megalómanos, veremos cómo acaban todas las baladronadas. Mientras, Palestina y Ucrania tiemblan.
Los GAFAM tienen demasiado poder y quieren conducir el tren de la política mundial. A Trump y Musk, –ahora Kekius Maximus–, se ha unido Zuckerberg quien, en mayo del 2019, llegó al Eliseo, visita que describe C. Guilluy: "El fundador de Facebook es recibido como un jefe de Estado por Macron, cuya reverencia no deja lugar a dudas sobre quién es el jefe y quién el empleado". Meloni presume de su relación con Kekius Maximus, -ridiculus, añado- y se ha liado, la causa el sistema Starlink.
Dirigen el convoy y han convencido a muchos de la comodidad de montar en un vehículo autónomo, nada como dejarse llevar. Destino: un nuevo orden mundial; así reza en el cartel luminoso del transporte. El mundo ocupa los vagones traseros y para llegar a sus asientos, recorre el pasillo observando el variopinto pasaje, los propietarios, los referidos ricos, delante, se turnarán en la conducción; distinguen a Putin rodeado de los nuevos europeos sumisos, que han sustituido a Orbán: Polonia y Austria. Algunos pasajeros bobalicones, felices y deslumbrados, ríen sus ocurrencias de conquista y amenazas expansivas, sin ver el conflicto que viene.
¿Un nuevo orden mundial?, más bien parece que vamos hacia un desorden total. Tres potencias quieren ser imperios y dueños del planeta. China y Rusia usarán la violencia y el miedo como armas; Trump pretende ejecutar una especie de OPAS (oferta pública de adquisición de soberanías) sobre los territorios de otros, su obsesión, ser rey de la monarquía americana. Sobre este tipo escribió The Washington Post (diciembre de 2019) que era autor de quince mil cuatrocientas trece (15.413) afirmaciones falsas o engañosas como presidente. O sea, un mentiroso. En este desbarajuste la ultraderecha se mueve bien y cuenta con un importante aliado.
La democracia parece débil ante tantos gánsteres y transgresores de la ley. La Unión Europea ha advertido que las fronteras de cualquier país son intocables, pero solo es una potencia económica, y la voz europea, aunque le asiste la razón, parece débil. Un epígrafe de Jean Anouilh abre la obra de David Rothkopf: "Dios está al lado de todos… y en último término está al lado de los que tienen mucho dinero y grandes ejércitos".