Hubo un tiempo, sostiene Pereira, en el que era necesario reivindicar a contracorriente y bajo fuerte represión, los derechos pisoteados. Así se levantaron, con el esfuerzo y la conciencia de clase de los partidos de izquierdas el Día Internacional de los Trabajadores (Congreso Obrero Socialista de la II Internacional, París, 1889) y el Día Internacional de la Mujer, que surge el año 1911 en Alemania, Dinamarca, Suiza y Austria. Hubo un tiempo en el que esos "Días" y algunos que vinieron después, aspiraron a ser una fuerza revolucionaria, un torrente de cambio social, económico y político. Pero el capitalismo y su insaciable consumo se fue apropiando de la vida ciudadana y comenzaron a surgir "Días" y "Días" hasta inundar el mercado. Y hoy, apenas quedan días en el calendario que no estén dedicados a algún menester: Días del padre, de la madre, de los enamorados, de la esclerosis, del libro, de la paz, del orgullo gay, de la Tierra, de las víctimas del terrorismo, del sueño, de la felicidad, de la poesía, del agua, del teatro, del cáncer de colon, de la violencia de género, de la alfabetización, y así un interminable rosario. Este exceso ha ocasionado el poco valor de todos ellos. En el capitalismo, la mucha oferta devalúa el producto para conseguir que "a río revuelto, ganancias de pescadores".
En todas las muchas actividades que se realizan cada ocho de Marzo en torno al Día de la Mujer, se habla y se habla de las desigualdades entre hombres y mujeres y de la necesaria igualdad. Palabras dichas muchas veces por salir del paso, por no quedar señalado; palabras que no cuestan dinero. A la hora de actuar en consecuencia, es otro cantar. Gobiernos hay que hacen comunicados espléndidos sobre la igualdad mientras con sus magros presupuestos minan el escaso Estado del Bienestar en general y el de las mujeres en particular. Algún partido político va más lejos y niega hasta la existencia de la desigualdad, la violencia machista y sus crímenes. Los recortes económicos en Servicios Sociales que están haciendo muchos Ayuntamientos y Autonomías son un ataque a las clases más bajas y, principalmente, a los niños y a las mujeres. Algo se ha ido mejorando pero los datos son contundentes: las mujeres sufren más paro, cobran un 19, 25% menos, sus pensiones son un 33% menores, son discriminadas por ser madres, sufren los estragos de la prostitución y la violencia machista desde la adolescencia, ocupan menos Cargos Directivos, sufren más pobreza y emplean doble de tiempo en las tareas domésticas.
Ante esta realidad, no cabe otra actitud que seguir luchando para hacer caer las barreras de la desigualdad a un mayor ritmo que hasta ahora. Para eliminar cuanto antes el histórico latrocinio que la Falocracia ha perpetrado en los derechos de las mujeres a través de la educación, las religiones, la política, la economía, los medios de comunicación y, como última novedad, las redes sociales. Buscando la igualdad, unas valientes se la jugaron y crearon, hace ya dos siglos, el Feminismo, cuya lucha atañe a ciudadanas y ciudanos sin distinción. En ese empeño, no sobra nadie y debe aplicarse globalmente. Hay que ayudar al mundo pobre para que pueda librarse de sus dictaduras, sus dictablandas y del cambio climático porque, allí, las mujeres salen aún peor paradas.
En fin, a ver si como escribió Gioconda Belli, un día se hace realidad universal que "El hombre que me ame/ no querrá poserme como una mercancía/ni exhibirme como un trofeo de caza/ y sabrá estar a mi lado con el mismo amor/con que yo estaré a su lado".