Sostiene Pereira que, hace algunos años, le dio por escribir algunos comentarios que tituló Diario de un perplejo. Tiene que reconocer que aquellas perplejidades de antaño han aumentado con la edad y, cada vez, le cuesta más esfuerzo comprender lo que ocurre en el mundo y las razones del comportamiento humano. Obviando lo más actual como las incomprensibles razones para elegir a un individuo como Milei, el de la motosierra, le llama la atención cómo están reviviendo algunas tradiciones de siglos. Es el caso de las fiestas populares que jalonan los meses de Enero y Febrero y que proceden de un mundo rural hoy agonizante o muerto. Acercarse al Santoral es meterse en un extraordinario laberinto. ¡Qué cantidad de santos y santas hay! Sirvan de ejemplo algunos refranes alusivos: "El veinte de Enero, san Sebastián el primero; detente bruto, que primero es san Canuto; detente, varón, que primero es san Antón". "El veinte de Enero, san Sebastián en cueros y entra el aire por los agujeros". "El día de la Candelaria, que llueva o no llueva, el invierno se acaba". "Águeda, Aguedilla, ríe la vieja con su toquilla".
Las fiestas tradicionales, entre lo religioso, lo folclórico y, sobre todo, lo turístico, comienzan con fuerza el año. Algunas, como Las Luminarias en honor a San Antón, viven entre la polémica de San Bartolo por maltrato animal, las "cencerradas" de Riofrío o las bendiciones de numerosas mascotas. Es el fuego purificador y su conjuro: "Quemo romero/ salga lo malo/ entre lo bueno". Otras, como la de San Sebastián, soldado romano converso, joven y guapo, primer desnudo que entró en las iglesias católicas, tiene versiones tan diferentes como "correr la vaquilla" (Burgohondo) o "bajarlo de la torre de la iglesia", auto sacramental, en Poyales del Hoyo. San Blas es muy celebrado en estas tierras frías porque cura los males de la garganta. ¡A ver si suaviza las gargantas de tanto gritón que hay por ahí! En su honor, se hacen rosquillas y los mozos recogen o recogían huevos por las casas para darse una merendola, que no hay devoción sin comida, sin bebida y sin picaresca: "¿Quién da más por las rosquillas del cura y los huevos de san Blas?, voceaba el "pregonero" en la subasta de turno.
Las mujeres también tienen sus fiestas. Una, la Virgen de la Candelaria (Las Candelas) recuerda una extraña obligación que viene desde el Levítico de la Biblia: La purificación de la mujer después del parto. Hasta no hace tantos años, en los pueblos abulenses, era obligada la "cuarentena" de las parturientas. Cuarenta días en los que tenían prohibido entrar en la iglesia. La fiesta debió nacer en Canarias, cristianizando a la diosa guanche Chaxiraxi. En las bodegas de esas islas, Pereira pudo leer: "Prohibido entrar a las mujeres con la menstruación para que no se avinagre el vino". La otra, Santa Águeda, un caso de acoso sexual en el siglo III, que termina en torturas hasta la muerte. Bien valdría rescatar hoy su fiesta como lucha contra la tragedia de la eterna violencia machista en vez de quedarse en un folclórico cambio de papeles, por un día, entre hombres y mujeres. Se la representa como joven hermosa llevando en una bandeja sus dos pechos cortados. Las mujeres de Serranillos, cantaban esta coplilla en su procesión: "Santa Águeda bendita/, te venimos a rogar/ que nos cuides las teticas/ que tienen que amamantar".