Dentro de pocos días, estaremos en las vacaciones más esperadas y deseadas del año, las Navidades. A los más pequeños, sin duda, por la esperanza de recibir esos regalos con los que han soñado muchas noches, a los mayores, por recibir al resto de la familia dispersa por el territorio nacional, por poder celebrar juntos esas comidas y cenas añoradas durante muchos meses, a los jóvenes, por reencontrarse con esas mozas o muchachos, con las que ligaron durante el verano, a las personas maduras, por juntarse con los amigos para cenar y beber, para reír y divertirse, para bailar y para hacer el amor.
Todo esto ante un despliegue de excesos de todo tipo, como las iluminaciones urbanas desmesuradas para intentar crear un ambiente de fiesta, lindando en el despilfarro, anuncios y propagandas visuales para favorecer el consumo como si no hubiera un mañana, en una loca carrera por agotar la paga extra. Un buen indicador de esto, es el disparatado incremento de anuncios de perfumes a cuál más estrambótico, en el que sobresale el uso de mujeres y hombres en las situaciones más inverosímiles. El objetivo es favorecer el consumo a toda costa, aunque sean cosas tan superfluas como las fragancias exóticas.
En mi opinión, sería mucho más atractivo dedicar estas entrañables fiestas a favorecer la concordia y la amistad, rebajar las tensiones sobre todo las derivadas de la política, favorecer el intercambio de opiniones y opciones, aprovechar para incrementar las actividades creativas y lúdicas, en especial las artísticas y culturales. Me parece más interesante invertir en estos temas, que en la iluminación urbana o el gasto material. Concretamente en Ávila, que no podemos competir en espectáculos audiovisuales con ciudades como Madrid, Barcelona o Vigo, podríamos aprovechar para promover otras actividades relacionadas con la cultura, alrededor de nuestros maravillosos monumentos. Es cuestión de imaginación.
Que lejos quedan de las Navidades de otras épocas, las que viví en mi juventud, en el que la actividad principal estaba en el juego, sobre todo el futbol, las risas y las bromas, alguna más bien dura, y el disfrute del tiempo libre al margen del dinero. Eran otros tiempos. También recuerdo la influencia de la religión omnipresente en Ávila, la famosa misa de gallo o la cena de nochebuena, como algo familiar e íntimo. Como he dicho anteriormente, eran tiempos muy diferentes y lejanos. Actualmente asistimos a una escalada, en la que lo más importante es la exhibición de riqueza material, el lujo como el exponente de la felicidad, el despliegue de la publicidad para excitar nuestros deseos, a veces inconfesables o lujuriosos.
Todos estos cambios que se han producido en nuestras fiestas, son reveladoras de una mayor riqueza y desarrollo, un ejemplo paradigmático de la importancia que tiene en nuestra sociedad actual, el poder económico, la abundancia, el exceso, que también trae consigo que infravaloremos todo lo que tenemos, todo parece poco. En los pequeños esto se ve claro en la sobreabundancia de regalos, hace años, recibíamos un regalo o dos, ahora la mayor parte reciben múltiples regalos, que no hacen más que degradar el valor de cada uno de ellos. Muchas veces algunos de estos apenas si se disfrutan. Y en el caso de las mascotas, es lamentable el abandono de una parte de estas, poco tiempo después, para traspasárselas a los padres o el abandono.
Disfrutemos de las Navidades, aprovechemos estos días para vernos, charlar, reír y compartir nuestro tiempo con nuestras amistades y seres queridos, que el invierno en Ávila es largo y duro, nos quedan más de tres meses para gozar del buen tiempo.
Y si, además, podemos ayudar a alguien que lo necesite, habremos dado un sentido a nuestras fiestas, porque hay mucha gente que lo necesita, no solo económicamente, hay mucha gente que se siente sola, abandonada, al margen de nuestra sociedad. Soy de la opinión, que no hay mayor satisfacción, que ayudar a la gente que lo necesita.