«Sin nuevas ordenanzas que generen más ingresos no se pueden mantener los servicios públicos municipales.». El pasado lunes me topé con estas declaraciones de nuestro alcalde en prensa, estimados tres lectores. Han pasado cuatro días y les confieso que ando todavía recuperándome de la impresión.
¡Vivimos por encima de nuestras posibilidades! ¡Hay servicios municipales que no podemos mantener! Incauto de mí, yo sin saberlo. Tengo vagos recuerdos de una reciente campaña electoral y no me suena que este asunto –capital, diría yo– fuese centro de debates y programas políticos. Ni pensar el soponcio que le habrá dado a la teniente de alcalde de Hacienda cuando, de pronto, tras más de cuatro años en el cargo, haya caído en la cuenta de esta demoledora realidad.
Nunca lo hubiese imaginado. Veo obras por doquier, reformas de plazas, calles levantadas y reasfaltadas, nuevas modernidades –pantallas para la señalética, carriles bici, escaleras mecánicas–; en general, una actividad que me recuerda a las casas de ricos, siempre de arreglos y a la última. Asumiendo que sea verdad, que la diabólica aritmética del pleno municipal no diese para acordar ordenanzas que provean, parece que el camino será entonces analizar los servicios municipales –lo de «públicos» se lo ahorro, no me suena que existan los servicios «privados» municipales– y ver si son propios, impropios o perifrásticos, esenciales o prescindibles, como mis columnas. Hallar dónde ahorrar, como se ha hecho en casa toda la vida al no tener máquinas de hacer dinero ni opción de subir tasas e impuestos.
Recortes ha habido: concurso hípico, actividades deportivas de Kedada, teléfono de información municipal, observatorio de turismo. Me suenan a quitar el chocolate al loro, a la vista de las cuantías involucradas. No parece que vayan a arreglar la obesidad del presupuesto y quizás solo persigan que el pájaro se ponga a gritar y a jurar en arameo, a ver si así moviliza a los ciudadanos y convence a los grupos de la mayoritaria oposición. Pase lo que pase, el resultado de la dieta será un loro esbelto; al menos nos quedará eso.