Vuelven —¡gracias, Pablo!— nuestras charlas semanales en otoño, estimados tres lectores, tras un largo parón veraniego que a poco nos lleva al invierno. Las hojas ya están caídas, las luces de Navidad instaladas —no nos pille el toro; el Ayuntamiento a veces aprende de sus errores— y la hora cambiada. Otra vez en la familiar página tres, tras una apasionante temporada en la contra.
Como cada temporada, me enfrento al bloqueo del columnista ante el folio en blanco. En eso me parezco al pleno municipal, donde el bloqueo o su cita como excusa se había instaurado a la hora de aprobar unos presupuestos y ordenanzas para el año pronto a entrar. Estaba la política municipal llena de líneas rojas, contagiada por el Halloween yanqui: todos, gobierno y oposición, temían ser víctima de un truco ajeno y nadie parecía estar muy por el trato. Pero las tradiciones patrias se han impuesto a las foráneas. Desde el sofá se ha escuchado al Tenorio amarillo declamarle a la doña Inés verde aquello de: «¿No es verdad, oh ángel de amor, que, en este carril ciclista, subir IBI es progresista y se respira mejor gracias a la Zona de Bajas Emisiones?».
Eso sí, en otras formaciones persisten las gélidas relaciones, como el frío que va llegando, por fin, tras tórrido verano. La red de calor —me dará tema para futuras columnas— ya ha comenzado a repartir agua caliente por las calles —sufridas calles—, pero leí el otro día que nos quedan por delante cinco años de ordalías y zanjas. Habrá quien justifique el suplicio presente con el beneficio futuro; a mí se me está haciendo esto muy cuesta arriba.
Las cuestas están de moda; a las escaleras mecánicas de la Cuesta Antigua se han unido —con una inauguración algo «de tapadillo»— las rampas de la plaza Ajates, aunque les ha costado más de lo esperado entrar en funcionamiento en ese mar de granito en que han convertido el lugar.
No necesita rampas mi Barça; toca año de vacas gordas. Los focos están puestos en sus jóvenes promesas y en un entrenador cuya elección sorprendió y está sacando un punto más a todos. Y focos no metafóricos son los que por fin ha logrado, in extremis, el Real Ávila para su partido de Copa del Rey con el Oviedo. No sé el resultado a la hora de escribir esto, pero jugarlo ya es un logro; ganar o palmar es lo de menos.
Palmar es verbo feo, disculpen, hoy es día de Difuntos; les dejo de atosigar con banalidades locales y me dedicaré a lo que realmente importa: recordar a los ausentes. No obstante, si van al cementerio de Ávila, no dejen de visitar una de las tumbas más famosas, en la que una mano nos hace una peineta. Estoy seguro de que, desde el más allá, nuestra insignificante y absurda actualidad es todo lo que merece.