Este año que comienza me regala la posibilidad de hacer realidad muchas cosas que intuyo pero que no he empezado a realizar del todo. La hartura de las fiestas navideñas tan llenas de cosas que hemos hecho indigestas, nos sólo hablo de las comilonas sino del ruido atronador, el estrés por encontrar tantos regalos y no olvidar a nadie, hacer nuevas decoraciones navideñas en casa y en el trabajo, mandar felicitaciones, cocinar. Me encanta la Navidad, pero cada año siento que la entiendo menos, que aunque sé de qué realmente se compone, no soy capaz de vivirla de verdad, y tanto trajín me ataca.
Siento en estos días que el elemento fundamental para poder vivir de manera plena este año que comienza es el silencio. Buscarlo cada día me pone en la tierra y me hace vivir, meditando avanzo por un camino que si lo sigo de verdad me llevará a la Navidad. Silencio y meditación buscando espacios para mí, disfrutando y agradeciendo tantas cosas cada día.
La meditación nos abre las puertas a nuestro propio interior, el conocimiento propio es algo que, dice la Santa, nunca debemos de dejar de practicar. Para poder ir avanzando es necesario encontrar en medio de cada día un rato para abrir esa puerta de la casa interior. Sentarnos en una posición cómoda, sintiendo como la respiración nos va dirigiendo como el motor de un vehículo, dejando que los pensamientos que en círculos nos agobian se vayan marchando por si solos. Sin agobiarnos por tenerlos ahí cuando queremos desconectar, como decía Teresa son "los locos de la casa" que si no los haces caso terminarán marchándose. Buscando esa quietud que realmente nos muestra lo que somos, nuestra humanidad, nuestra belleza interior.
Vivimos en un tiempo en el que muchas personas buscamos un sentido a nuestra vida y un cambio de planteamiento vital para vivir de manera más serena, como dice el mindfulness, de forma mas plena. Vivir cada momento, disfrutar de él y dar las gracias por poder vivirlo, es algo que nos cambia la vida porque nos cambia por dentro. Vamos haciendo las tareas diarias de una en una, disfrutando de lavar una taza en la cocina o de hacer un poema, de pasear al perro o de abrir la puerta a las amigas que vienen a merendar, de hacer un ramo de novia o de preparar una paella para la familia. Comenzamos a vivir de manera más lenta mirando y valorando a los que tengo y viven a mi alrededor, mirando con más dedicación a la naturaleza que como madre es la que nos cura y nos salva. Apreciando lo artesano, el alimento cultivado en la cercanía, comprando en el comercio de al lado, el vecino, el amigo.
La vida actual tan llena de tecnología, de productividad, de prisas y ruidos nos provoca mucho estrés, aunque no seamos conscientes de ello, y muchas de nuestras dolencias y enfermedades vienen de este suelo tan inseguro en el que estamos todo el día, con la sensación de no llegar a todo, de no poder hacer las cosas bien, de no estar a la altura de lo que los demás y nosotros mismos esperamos.
Mis propósitos para este año nuevo se mueven en este planteamiento, buscar el silencio, meditar cada día, agradecer tanto que en cada momento tengo y hacer cada cosa disfrutando, tomando el tiempo que requieran sin prisas.
La Navidad nos marca una casilla de salida cada año, y en este momento esta carrera va a comenzar en un mundo lleno de violencia, guerras, desencuentros, egoísmos, intransigencias. Un panorama muy cruel que sólo podrá cambiar su aspecto, a llenarse del verdadero color de la Navidad, si lo llenamos de amor, comprensión, respeto, amistad. En el silencio de cada día quiero que nos encontremos, amigos, sintiendo la belleza que nos habita y que ilumina la verdadera estrella de Belén.