Este pequeño insectívoro de mediano tamaño, habitante de nuestros sotos y parques, me apasiona. Es una de las aves más curiosas y que parece no temer excesivamente al ser humano ya que si vas paseando entre los árboles y arbustos ribereños, aunque guarda las distancias revolotea a tu alrededor e incluso pasea por el suelo cerca de ti buscando alimento.
A pesar de ello es complicado acercarte en exceso a él, porque su instinto bien le dice que la mayoría de esos bichos humanos grandes de dos patas, generalmente no son de fiar.
A veces he intentado darle algunas semillas para ver si se posaba en mi mano (aunque son insectívoros no hacen asco de otro tipo de comida); una labor infructuosa... Algo más suerte tiene mi hija que parece comunicarse con todo tipo de fauna y me envió un vídeo mostrando cómo en un bosque alejado de la ciudad uno vuela hacia su mano y come de la misma unas cuantas veces. ¡Suerte, magia o blanca hechicería!
En nuestra ciudad amurallada podemos contemplarle a partir de la primavera entre las zonas frescas como son las riberas del río Chico o el Adaja, así como en los parques más grandes, ya que les gusta bastante esos lugares para criar.
Es posiblemente uno de los pájaros más populares y fáciles de identificar por su llamativa mancha naranja en el pecho que le llega hasta la frente; este reclamo lo utiliza para marcar el territorio y algo menos para atraer a las hembras, porque son semejantes en cuanto a coloración se refiere.
Además es una especie muy peleona no sólo a nivel territorial con otros machos de su especie, sino también con otros pájaros que osen adentrarse en su zona; a veces se vuelve frenético y si ponemos un pequeño trapo naranja cerca, posiblemente se liará a picotazos con él.
Aunque visto de frente su pecho destaca desde lejos y es muy fácil de localizar, si nos da la espalda su aspecto cambia notablemente y se vuelve mucho más mimético, ofreciendo tonos apagados que mezclan el marrón con el gris y algunas esfumaciones algo más claras.
Desde esa perspectiva parece más grueso y rechocho. Si nuestra observación del petirrojo es lateral también varía su aspecto hasta el punto que podría parecernos tres aves diferentes. Es como si fuera el "pájaro de las mil caras".
Cuando está inquieto, nervioso, o los humanos están interfiriendo su zona de confort emiten chasquidos secos (tac-tac) que repiten una y otra vez; pero si se encuentran tranquilos posados en alguna rama segura pueden cantar de forma melodiosa. A veces comienzan antes del amanecer y siguen durante todo el día, especialmente en época de celo.
Si queremos fotografiar un petirrojo hay que actuar con rapidez ya que no para quieto ni un segundo, porque aún posado en una rama se lanzará en cualquier momento al suelo a rebuscar insectos que llevarse al fino pico, como hormigas, escarabajos, arañas o cualquier artrópodo que se ponga a su alcance, dieta que complementa en invierno con bayas de zarzas, saúcos e incluso come restos de bellotas que han partido otras especies con más fuerza en el pico como carboneros, urracas, grajillas, pica pinos, etc. En España existen numerosas subespecies. En Tenerife y Gran Canaria hay una subespecie endémica denominada Superbus.
Animo a los lectores a encontrarle por los alrededores de la ciudad, a observarle y disfrutar de su presencia sin molestar demasiado. Como todos los insectívoros está protegido por la Ley. :-)