José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Barbie Center o Bar Vicente

08/10/2023

Nota del autor sobre el título: A pronunciar de igual manera o como venga en gana

En esta nueva temporada que, por común desacuerdo con el director del Diario de Ávila, sí ese Pablo, hemos decidido llamar «A la misma temperatura», ns sabemos si para enfriar los ánimos patrios o para subir el termómetro vital de los que estamos en el Norte Ártico, no he podido sustraerme al título provocador que me propuso mi primo Miguel este verano después de ir a ver esta singular película. Película que recomiendo todavía vivamente a todo el mundo por un sin número de razones que no son las obvias para ir disfrazado en pijama rosa al cine.
Nos hemos rendido sin condiciones a lo extranjero, sin filtro, como cuando se pierde de verdad una guerra total, cuando se firma una paz sin honor que valga. Veo abulenses llevando gorras de equipos de beisbol americano, que acepto como moda, ya que Beckham hizo más que jugar al fútbol. Lo que no tiene un pase es que un español desconozca que es un signo de educación y distinción quitarse la boina en un lugar cerrado. Por eso veo que la única metáfora evocadora y de refugio casi nuclear de que exista un Bar Vicente cobra toda la significación para mi. Si quieres llamarlo Dojo Barbie Center lo acepto de nuevo por la moda, pero vamos por partes.
La película explora con una inteligencia soberbia los personajes de un mundo tan cambiante como son las relaciones entre personas, sexos y realidades contemporáneas con una sutileza que podría pasar desapercibida. Barbie y Ken (a este no se le puede llamar Vicente) son una muñeca y un muñeco que viven en el estereotipo. Y el estereotipo va y funciona. Todo hace sentido, desde esperar con la tabla de surf enseñando ficticias abdominales, a las fiestas de pijama. Todo hace sentido hasta que Ken se mueve. Y se mueve porque alguien en esta película reclama que el hombre se haga antagonista, abandone su rol de muñeco objeto. Y le presenta con una dicotomía insalvable si me alejo de la propaganda y me acerco a las espeluznantes cifras que arrojan algunos estudios sobre el comportamiento de algunos jóvenes. Este Ken va al mundo real y vuelve transformado en "un macho alfa tóxico" y que me perdonen si no domino a la perfección la terminología. Podría haber vuelto transformado en un ser cooperador, comprensivo, como es este mundo actual, pero resulta que expuesto al mundo Bar Vicente, rompe su equilibrio anterior. Barbie tiene que reaccionar convirtiéndose en protagonista porque ve que esa desconocida faceta de Ken está arrastrando no sólo a los demás muñecos sino a todas las muñecas, en definitiva, a toda la sociedad. Es la soledad de Barbie la que la lleva a adentrarse en un mundo desconocido sin respuestas como han realizado todos los protagonistas de las historias del mundo, desde que los griegos decidieron ir a rescatar a la inventada Helena a Troya.  Eso sí, la película refleja a la perfección algo que está transformando el arte, la literatura y el cine, que son, no lo olviden nunca, precursores de la explicación de lo que nos pasa de verdad en la vida. Un artista lleva el fardo de la luz de Prometeo y ve antes, como si fuera un explorador todo lo que viene. Este fenómeno es la sobredimensión del contexto en el que vivimos. Antes tenías que enfrentarte a un profesor que te tenía manía, y todos sabemos que eran seres reales y existían dieran o no collejas. 
Ahora te tienes que enfrentar a la Inteligencia Artificial, a los rascacielos de más de cien pisos, a pandemias globales, al bullying cibernético y a las tallas imposibles de Instagram, al cambio climático que nos hace sudar más que transpirar y amenaza a los alimentos, cuando no la guerra que acaba de estallar con toda su seriedad en Israel. Vamos que dan ganas de rendirse y empezar a aprender indonesio en fascículos. Sin embargo, Barbie no lo hace y realiza lo único que vale tanto para Barbie Center como para Bar Vicente. Pequeñas batallas, pequeños actos de resistencia, solo toma helados de la Flor Valenciana y no de franquicia, pequeñas muestras de amor con un objetivo claro. Vivir nuestra propia vida. No dejen de ajustar sus temperaturas que, en este nuevo año, nos van a llevar por demasiadas montañas rusas no elegidas.