Ignacio Paradinas

En mi terraza

Ignacio Paradinas


Otra vez a vuelta con la sal

09/02/2024

Todos los años por esta época, empezamos a repartir sal con fundente por nuestra ciudad y carreteras circundantes, como si fuera una pócima mágica que solucionara todos nuestros problemas, preludio de los desastres que causa esta, en los pavimentos de aceras y viales, en las estructuras, en los automóviles, y los más graves en el acuífero subterráneo. En el hipotético caso de que el responsable no lo hiciera, se vería acusado de todo tipo de desgracias ajenas, relacionados o no con la seguridad vial, por lo que nadie en su sano juicio se arriesga a ser cabeza de turco de las iras de la población general.

Algunos países más civilizados que el nuestro, que tienen más experiencia en el tema de las heladas y los fríos extremos, como es el caso de los países nórdicos, hace muchos años que no utilizan la sal para garantizar la seguridad de los ciudadanos, pero nosotros seguimos insistiendo en arrojar toneladas de sal, como si no hubiera un mañana, ignorando las consecuencias de estas acciones.  Extendemos cantidades ingentes de sal por doquier, y nos despreocupamos de sus consecuencias, en una clara exhibición de lo que es, esconder la cabeza bajo el ala. Esta sal va a la red de saneamiento, y al acuífero subterráneo, que no vemos. Salinizar el acuífero subterráneo es una insensatez, porque de él depende en gran parte nuestra agricultura y ganadería.

Países como Finlandia, Noruega, Suecia o Dinamarca, hace muchos años que no recurren a la sal, para luchar contra las inclemencias del tiempo, en su lugar, utilizan arena o grava fina, para garantizar la seguridad vial y peatonal. Es un método inerte que no perjudica el medio ambiente, aunque tiene la contrapartida, de que luego hay que recogerlo, para utilizarlo en años posteriores. No destroza los pavimentos, ni las carreteras, ni los vehículos, pero sobre todo no perjudica la naturaleza ni el agua subterránea. Es una solución fácil, barata, y respetuosa con el medio ambiente. Podíamos aprender de ellos.

Curiosamente, no solemos escuchar a las asociaciones ecologistas protestar por este uso abusivo de la sal, sí estamos acostumbrados a oír clamar contra los pantanos, aeropuertos, corridas de toros, o el transporte privado, aunque sospecho que muchos de ellos tienen coche propio, pero pedir que se siga utilizando la sal como medio para evitar caídas o accidentes, yo no lo he oído, y me parece imprescindible.

En Ávila, tenemos un recuerdo imborrable de los estragos de la sal. Cuando se reformó la Plaza de Santa Teresa, para nosotros el Grande, se produjo un hecho legendario, una semana de lluvias, una nevada respetable de diez centímetros, una buena capa de sal sobre ella por parte de los servicios municipales para evitar caídas, una helada importante de diez grados bajo cero, y cuando desapareció la nieve, también había desaparecido la piedra caliza blanca, que se había utilizado en parte del pavimento. No era cuestión de magia, la piedra con certificado de heladicidad, no había resistido la acción de la humedad, las bajas temperaturas y sobre todo, sal abundante.

Hay también otros medios de luchar contra las inclemencias del tiempo, por ejemplo, las nevadas.  En algunos países y ciudades, todos los ciudadanos ayudan a limpiar las calles en caso de grandes nevadas, incluso están obligados a limpiar la parte de calle de su vivienda, so pena de ser multados severamente, y en caso de que recurran al uso de la sal, la multa puede ascender a miles de euros. Cuando era joven, hace mucho tiempo, todos los vecinos tenían en casa una pala, con la que ayudaban a limpiar la parte de su casa, y abrir veredas para facilitar las comunicaciones. Yo mantengo la tradición y tengo mi pala para cuando se necesite. No es una quimera.