Al menos desde 2002 –puesta en funcionamiento de la AP 51 Ávila-Villacastín– hay consenso entre los abulenses en señalar el pago del peaje conjunto con la AP 6 como uno de los dos principales lastres para el progreso de Ávila (20 euros ida y vuelta). El Ministerio de Transportes va a contratar un estudio previo con la intención –no basta sin osadía– de la eliminación de esos peajes, al parecer, en noviembre de 2029 (Ávila libre de peajes llegó a ser un intrascendente partido político).
Soy muy escéptico en que se liberalicen totalmente ambas conexiones por diversos motivos y entre otros por que Europa viene exigiendo un pago por la circulación de vehículos (motivos ambientales por efecto de gases invernadero).El incierto resultado de ese estudio (¡ojo! con las trampas) va a permitir demorar cualquier decisión y el signo del Gobierno que toque dentro de cinco años (PP o PSOE) obtendrá el éxito o seguirá manteniendo el fracaso político, en dar soluciones a las necesidades de esta provincia.
Las relaciones económicas –personales también– en su mayoría se tienen con la Comunidad de Madrid. La eliminación del peaje me parece más necesaria por lo que puede traer que por lo que puede llevar. Al margen de la desconfianza, ya, innata en los abulenses, las esperanzas en que algún día esto cambie se mantienen. Seguro que en la imaginación de muchos estará, que, con el fin del peaje, lleguen un buen número de empresas y puestos de trabajo (alta tasa de paro); muchos más turistas –turismo estancado–; y un aumento en la insuficiente población residente como nueva ciudad satélite que traería el resurgir de la construcción, nuevos e innovadores comercios y un sinfín de otros servicios. El escenario perseguido tantos años parece estar al alcance de la mano. ¿Hay alguien trabajando en ese próximo escenario?
Abogo por que el peaje se elimine, pero para el crecimiento, la mejora y el progreso de Ávila se va a necesitar lo que nunca se ha tenido: compromiso político, ideas, liderazgo y una sociedad civil convencida. Tengo la impresión de que hasta ahora Ávila se ha venido haciendo trampas al solitario, utilizando el peaje como gran excusa ante la frustración y el desengaño.
Ese coste –menor– no es determinante en la decisión empresarial para su emplazamiento en la Capital. La llegada de nuevos vecinos –poblacional– el precio taxativo tampoco es determinante (si lo es el tiempo de viaje), y en cuanto a los turistas, visitantes o excursionistas ese importe no anula el viaje, ni la estancia, siempre que la ciudad ofrezca mucho más.
Ávila pueda encaminarse hacia el fin de uno de sus principales barreras, pero y si esto que se ha venido reclamando no fuera así. Despertar del sueño de no tener peajes puede evidenciar una realidad aún más dura.