Tres días necesitan los rusos, hoy finaliza el proceso, para elegir nuevo presidente, lo de nuevo es un decir. Usted, como lector del Diario de Ávila, se merece la primicia: ¡Putin ha ganado! ¡Oh, sorpresa! Los rusos y el resto del mundo padeceremos seis años más al villano. La zozobra e intranquilidad están servidas.
Escribíamos hace dos años un artículo titulado, "Putin sin relato ni razón". Ahí sigue, con su falso relato ha añadido dos años de dolor, destrucción y sufrimiento. Los rusos en una nueva pantomima, en la que todo opositor o adversario ha sido borrado del universo, han decidido renovarle: el miedo es una de las palancas más poderosas para mover el mundo.
El déspota, por encima de la ley, ha vendido entre sus ciudadanos lo de pueblo elegido, un nacionalismo rancio, supremacista, y sus fieles tan contentos; y quienes no compren su relato ya se sabe.
No podía perder por razones obvias: una, no tiene opositor y, otra, igual de evidente, si es capaz de distorsionar los comicios democráticos en cualquier país europeo o de más allá, ¿qué no podrá hacer en el suyo? Así que ciudadanos del mundo, y sobre todo rusos, recordemos la inscripción que figura en la puerta del infierno de la Divina Comedia de Dante Alighieri: "Abandonad toda esperanza". Me comentaba un amigo que el dirigente ruso es capaz de desayunar novichok para crear anticuerpos, por si intentaran envenenarle.
En "El hombre que humilló a Putin", otro artículo en el Diario, evocábamos a Zelenski, una bestia negra para el sátrapa. El personaje, humillado y acomplejado, ha respondido aumentando la violencia y el dolor, pues carece de capacidad racional para evaluar la situación, solo se interesa por sí mismo, y si no que le pregunten a Prigozhin; perdón, tampoco se puede, ahora recuerdo, se cayó el avión en que viajaba. Cuando no puede hacer desaparecer a sus adversarios los declara terroristas, como ha hecho con Kaspárov, el campeón de ajedrez, o el escritor Akunin. Proclama una especie de sharía; quien no le gusta tiene marcado el destino: el abismo.
Hace días ha muerto, es un decir, Alekxéi Navalni, nunca sabremos como. Putin utiliza las formas y estilo del "padrecito de acero", ese era Stalin. Aquel dictador dejó una cultura de violencia que solo desaparece cuando ellos sucumben y mueren. Nadie está fuera de su alcance y ahí está Kuzmikov, el piloto ruso que desertó a Ucrania. Se las prometía muy felices en España, pero hasta aquí llegó la mano de su siniestro líder, nadie está a salvo. Nos preguntamos ¿dónde estaba nuestro servicio secreto, o lo que sea?
Entre tanto dolor, no obstante, hay esperanza. Debemos reconocer el valor, coraje y todo lo que usted quiera no solo del asesinado Navalni, capaz de sobrevivir a un atentado y volver a su patria para reclamar democracia y libertad, también hay que reconocérselo a toda esa gente manifestándose, como protesta y desaprobación en su funeral y entierro, aun a riesgo de su propia vida. El ser humano es capaz de muestras de entereza incluso en las peores circunstancias.
Europa observa. Nuevamente, está en el punto de mira del sátrapa y cuando se siente en peligro, exhibe su muerte nuclear, advierte y declara "que destruirá la civilización Occidental", no le gusta y le pone nervioso que pudiera calar en su pueblo. Ya sabemos que la sola mención de ayuda y compromiso por parte de Europa hacia Ucrania supone amenazas y el aviso inminente con extender la guerra a nuestro suelo. Entre tanto, en dos años de guerra contra Ucrania ha sembrado muerte, destrucción y millones de desplazados que huyen del abismo.
Ante situación tan preocupante, y la inacción de los "amigos" norteamericanos, la Unión Europea ha decidido dedicar presupuesto a la cosa bélica, ¿un poco tarde? Y sí, aquí somos pacifistas, porque Europa guste o no, es la madre y origen de las democracias, pero parece que el sistema no gusta a alguno del otro lado del Atlántico y tampoco, por supuesto, a algún vecino. De hecho, estamos atrapados entre un Estados Unidos desnortado, cuidado que asoma Trump, y una Rusia ávida de poder y destrucción con el "padrecito novichok" al frente. No olvidemos a los quintacolumnistas, simpatizantes del populismo, que avanzan a marchas forzadas de la mano de los mandatarios en algún país europeo. ¿"Les pone" Putin? Ya veremos cómo se gobierna Portugal.
Los europeos tendremos elecciones en junio y nada podemos esperar de Estados Unidos si Trump llega al poder, en las elecciones de noviembre. El "monstruo naranja brillante", -o como dice un amigo de Granada-: "el zanahorio"-, solo mira su ombligo. Y añadimos, la alerta en Europa ha de ser máxima ante una Rusia cuya finalidad es la expansión a costa de sangre y fuego.
En "Memorias", de Jean Monnet, considerado "Padre de Europa" y uno de los fundadores de la Unión Europea, se cita el enunciado de la doctrina del norteamericano Truman: "nuestro deber es ayudar a los pueblos libres a trabajar por su propio destino y según su propio camino". Tras Truman se han sucedido 12 presidencias hasta Trump; si sale electo de nuevo olvidémonos de que las relaciones con EE.UU. mejoren.
En las páginas de "Memorias" se escribe: "nuestros países se han hecho demasiado pequeños… la unidad de los pueblos europeos reunidos en los Estados Unidos de Europa como el medio para elevar su nivel de paz, es la gran esperanza y oportunidad de nuestro tiempo". En 1952 se produjo el embrión de la Comunidad Europea; en 1993, entró en vigor el Tratado de Maastricht y el viejo continente se transformó en la Unión Europea, iniciando así una andadura que necesita de la defensa de todos sus ciudadanos. Ardua tarea, pero ineludible para alejarse del abismo.