José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Despedidas

09/06/2024

Estoy manteniendo distintas conversaciones que ponen mucho hincapié en la forma en la que nos vamos, nos despedimos e incluso decimos un adiós definitivo a este mundo pasajero.  Y creo que dice mucho de nuestra personalidad y cómo nos vemos en el mundo. Los hay que para despedirse necesitan que todo el personal sepa que se van. Y necesitan un funeral en vida. Como la gente tiende a ser bienintencionada y amable, aunque algunos bajo una capa de mala leche, pues se suele alabar las cualidades y ocultar los vicios, decir cuánto se va a echar de menos a tal o cual sujeto y hasta el siguiente. El muerto al hoyo y el vivo al bollo.
Convive con este vampiro de las despedidas, el que parece que se va en secreto, de puntillas, que prefiere que, aunque sea imposible disfrazar el que se va, pues que no necesita ningún velorio en vida. Sabe que cambia de vecindario, y que los amigos son amigos y sin embargo los compañeros de viaje son eso, personas que han caminado juntos, siendo básicamente alegres viandantes en un mundo que tiene prisa para todo. Los que gozan de esa envidiable mala leche siempre proclamarán al mundo que se va de esta forma porque nadie le quiere despedir, o porque «algo habrá hecho», que ya sabemos delata mucho más al que lo profiere que al que lo sufre.
A mí, sin embargo, me encantan una multitud de frases que se dicen en las despedidas. Como la de que despedir es morir un poco, que sin acordarme con exactitud quien la dijo, debía ser un exagerado a la francesa, como la petite morte. Me encanta la portuguesa dicha con toda la intención, de que «si te vas, me suicido», con lo que vas a tener un dos por uno seguro. El irse a la holandesa, que significa marcharse sin despedirse de nadie, no deja de tener miga porque parece que el pasado ya no existe, sólo el futuro; hasta el más prosaico «que os den morcilla» que admite la variación «que os den nocilla» y que es tan nutritivo como ligero, sobre todo por el que lo suelta. Los hay que cuando se despiden afirman «después de mí, el diluvio», con lo que olvidan el compromiso que encierra en sí el arco iris y que pueden muy bien casar en el primer grupo de los que piensan que ellos y el universo son uno, una unidad de destino. Y un poquito irresponsables, solo hubo un diluvio.
Hay otros que aplican el manual real de las disciplinas, «ya nada será lo mismo sin ti» o «no se cómo llenar el hueco que dejas», antes claro está de que apareciera Ikea en nuestras vidas.
El insuperable irlandés de «siempre son los buenos los que se van» simplemente desafía la noción pura de las matemáticas, porque siempre hay buenos que se van y malos que también se van, y para esto me gusta mucho más «tanta gloria lleves como paz dejas». Sin embargo, creo yo que la mejor forma de irse, es siempre mirando al norte, a la estrella del mar, para que donde vayamos sea lo que da sentido a nuestras despedidas. 

ARCHIVADO EN: Ávila, Ikea