El 14 de mayo de 1922, el pintor Eduardo Chicharro ingresó como académico en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando. Nacido en Madrid en plena discusión entre el academicismo y la creación alejada de los límites de lo "correcto", muy pronto se declaró seguidor del paisajista Carlos de Haes, al que consideró como el pintor más original de su tiempo. Tras una estancia en Granada, obtendría una beca para terminar su formación en Roma, quedando por delante de Álvarez de Sotomayor y Julio Romero de Torres con su obra La familia del anarquista en la víspera de su ejecución, todavía dentro de las enseñanzas académicas.
En 1904, tras obtener la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes, se casaría con María Briones, con la que pasaría largas temporadas en Ávila. Será en la ciudad donde desarrolle uno de sus temas predilectos, el costumbrismo, donde demostrará su predilección por la línea del dibujo, aunque sin renunciar a la importancia del color y a la luminosidad aprendida de Sorolla, que lo consideraba uno de sus mejores discípulos. Obras en las que las mujeres ataviadas con el traje de serrana serán las protagonistas, la mayoría con floridos manteos y prominentes sombreros de paja. Aunque lo que verdaderamente destaca es el semblante arcaico e inexpresivo que poseen la mayoría de sus modelos, lo que hace que esos retratos se acerquen al simbolismo y al estilo prerrafaelita, que caracterizará la obra de Chichorro tras la Guerra Civil.
No obstante, el pintor es también una importante fuente de conocimiento de la historia de la ciudad, dada también su condición de testigo preferente. Retrató el interior de la Casa de Misericordia, la fiesta en la plazuela de las Vacas o la organización de la procesión del Jueves Santo en su cuadro de El cofrade, en el que aparecen varios de los pasos del Patronato de la Vera Cruz que, aun hoy, siguen formando parte de nuestra Semana Santa.
De este modo, Eduardo Chicharro forma parte de esa importante generación de pintores que, de alguna manera, encontraron en Ávila una fuente de inspiración o de oportunidad para desarrollar su obra. Generación o grupo compuesto, además, por Aureliano de Beruete, José María López Mezquita, Joaquín Sorolla o Ignacio Zuloaga. Todos ellos fijaron su pincel en el lienzo después de apoyar el caballete en la piedra gélida o en el verde de sus campos. Una generación discontinua que no conforma un grupo homogéneo, ni en edad ni en la manera que tuvieron de entender el desarrollo artístico. En todo caso, todos se tomaron su tiempo para recabar en Ávila. De la misma manera, la ciudad debería tomarse el suyo para recabar en ellos.