Uno de los grandes problemas que arrastra Ávila es la falta de jóvenes. No me refiero a los que cursan ESO y Bachillerato, que también, sino a aquellos que de una u otra manera –con títulos o sin títulos– han finalizado su formación y las estadísticas ya los incluyen como población activa. Esos jóvenes (18-35 años) que quieren tener su propia vida –trabajo, familia, amigos, etc. – esta tierra no se lo pone fácil por muchas circunstancias. Faltan oportunidades laborales. Demasiados obstáculos para iniciar sus propios negocios. Ilusión y capacidad de innovación son atributos de los jóvenes, pero las dificultades son significativas (impuestos, trabas administrativas, falta de financiación…) y Ávila le suma, además, el cartel de entorno desfavorecido.
Ávila es una de las tres capitales de provincia donde el dinamismo empresarial es menor. El actual equipo de gobierno municipal, desde que tomara las riendas de la ciudad hace algo más de cinco años, no ha conseguido hacer de Ávila una ciudad atractiva para los negocios. El alcalde basó aquella campaña electoral del punto y final –acabar con todo lo anterior– bajo el lema de «hacer un Ávila mejor» con un ideario que partía de «tres generaciones: –abuelos, padres y nietos de abulenses que ven con enorme preocupación la falta de oportunidades en nuestra ciudad»–. Los datos de desempleo, creación de empresas o PIB, entre otros, no mienten. Ávila es una ciudad dejada, escucho en las esquinas de las calles.
A pesar de todo ello hay unas generaciones de jóvenes que han decidido quedarse aquí y emprender. Estos jóvenes merecen la pena y por supuesto mucha más atención. El resto son los que llegan a casa por Navidad desde otras regiones y del extranjero. Sigue habiendo abulenses que tuvieron que salir –lo seguirán haciendo– y que hoy son referentes y triunfan en sus actividades –stakeholders a aprovechar–. Otros han decidido quedarse e impulsar sus negocios desde aquí, pues, aunque Ávila tiene barreras no existen fronteras.
Contacto a diario con varias generaciones de esos jóvenes que están en la arena del gran anfiteatro o a punto de saltar. La gran mayoría están desvinculados de la política (algunos están equivocados en procurarse ahí un puesto de trabajo), si bien su voto está más definido de lo que parece y los partidos tradicionales no lo captan. Inexpertos y bisoños, llegan con ínfulas que deben reorientarse. Están mejor formados que generaciones anteriores y tienen habilidades transversales para adaptarse a las nuevas tecnologías. Los jóvenes abulenses son los únicos agentes catalizadores de ese necesario cambio que Ávila necesita (hubo otros jóvenes hace dos décadas que sirvieron de revulsivo haciendo girar, no lo suficiente, a la ciudad), pero no parece que haya muchas instituciones seriamente dispuestas y proyectadas hacia ello.