Las recientes inundaciones de la zona levantina (mis más sinceras condolencias) han recuperado para la actualidad lo que suponen las crecidas de los ríos. El control de los cauces lo imponen las confederaciones hidrográficas, cuyos técnicos se asemejan a los conocidos como hombres de negro por su estricta literalidad en la aplicación de las normas de dominio hidráulico.
Lo sucedido recomendaría obviar cualquier comentario sobre la escrupulosa política de policía de la confederación del Duero en la Capital, sin embargo, considero que no está quitado una reflexión en el desarrollo urbano de una ciudad que en estos momentos tiene una parte de la misma estrangulada por las directrices del órgano de cuenca. El equipo de gobierno municipal ha renunciado, desde hace cinco años, a sus competencias, para encontrar una solución en un asunto que tiene honda trascendencia en el desarrollo de la ciudad.
El actual mapa hidráulico fija una extensa, casi inmensa, zona denominada de flujo preferente/inundables (masa del río Chico –encauzado– y del Adaja) donde las limitaciones y restricciones de usos hacen inservibles solares y equipamientos. En esta zona (coincide con toda la zona sur de la ciudad, donde se sitúan las instalaciones deportivas y miles de metros cuadrados urbanizados pendientes de su construcción), desde 2016 no se pueden construir nuevos centros escolares o sanitarios, residencias, centros deportivos o superficies comerciales y los miles de metros cuadrados de suelo residencial existentes solo podrán ser construidos diseñándolo teniendo en cuenta el riesgo y tipo de inundación, debiendo garantizar la estanqueidad de sus recintos (terrenos y construcciones baldías y sin valor económico).
Nada de todo esto existía cuando se aprobó el PGOU de Ávila. Tampoco la Confederación alego o condiciono el crecimiento de la ciudad hacia la zona sur y sin embargo hoy es un serio hándicap para cualquier proyecto o inversión. La ciudad, hace más de veinte años, aprobó un modelo de crecimiento urbano que en estos momentos (al margen del parón constructivo) aventura quedarse como un mero esqueleto.
Exponente de ello es que la zona deportiva de la ciudad, ubicada en dicha área, que no puede crecer, ni ser reformada, ni mejorada. Ahí quedará como reliquida el estadio municipal de futbol Adolfo Suarez –construido en los setenta– casi inservible (gradas supletorias) con una similitud más cercana a la de un campo de concentración que a la de un recinto deportivo. El Ayuntamiento no puede estar pasivo, ser consciente de la aguda problemática, y o bien resuelve con política la realidad física con la jurídica que impone la Confederación o debería ir pensando en una trascendental y substancial modificación del desarrollo urbano y preparar la ciudad para incluir nuevos equipamientos e infraestructuras en otras zonas.