José Ramón García Hernández

Con la misma temperatura

José Ramón García Hernández


Mambrú se fue a la guerra

31/07/2023

Esta semana, mientras paseaba de la mano con mi pequeño Javier por una calle de Londres, seguí el instinto maniático del padre que es conocedor de la historia y me vi en la obligación rutinaria de cantarle esta canción no olvidada en toda una generación que crecimos sin saber a cuento de qué venía. 
Y de esta guisa me puse a tararearla, mientras que el interés de mi pequeño no crecía en absoluto, absorto como estaba en los soldados que iban a realizar el cambio de guardia. Mambrú no es otro que el Duque de Marlborough, John Churchill, que sostuvo una brillante carrera militar que le llevó a ser considerado uno de los mayores generales de la historia, y siempre a los ojos parciales de los británicos, muy superior al mismísimo Napoleón. Batallador en la importante Guerra de Sucesión Española en el escenario de los Países Bajos, que tantas repercusiones sigue teniendo hoy en día y por eso es merecedor de ser conocido, tanto por lo que hizo, los reveses aparentemente insuperables de la fortuna, y también por muchas de las cosas que todavía nos ocurren y que vienen de esos primeros años del siglo XVIII en el que en España cambiamos de dinastía pero no de monarquía. 
A continuación, otra conversación con otro Churchill en la ecuación, me lleva a intentar canturrear una canción presente para mi, ignota para una joven familiar, que tuvo que abandonar el Instagram de golpe y a trompicones indiscriminados de 'likes'  a sus 'adversarias' para buscar en Wikipedia, y espero para no olvidar mientras viva, quién era Winston Churchill. Heredero del anterior, con ciento cincuenta años de diferencia, pero con una repercusión todavía mayor en la historia y en la literatura. Sus Memorias de la Segunda Guerra Mundial, libro que es mejor leer de joven que de maduro, son un monumento merecedor del Nobel de Literatura, no le iban a dar el de la Paz. Aun así escucho ese «pelearemos en cada playa, en cada calle… nunca nos rendiremos», que es una paráfrasis de las frases de Burke esperando a los revolucionarios franceses que nunca consiguieron pasar el Canal, como tampoco lo consiguió Hitler ciento cincuenta años después. Para esto sirve conocer la historia, si no, el remedio es que cada generación tenga que aprender de nuevo y dentro de nada, tengamos que inventar el fuego y la rueda cada 40 años, esas generaciones en sentido bíblico. 
A lo mejor no pasa nada y es mejor, pero simplemente me resisto como síndrome de Diógenes a tirar a la basura lo que llamamos civilización y que tanto nos ha hecho mejorar o progresar.
Sin embargo, de verdad el título de esta reflexión me lo provoca un joven diplomático al que admiro y que se va Ucrania a servir este verano durante unos años. Manuel, en un intercambio epistolar moderno, me decía metafóricamente que no sabía lo que le iba a caer del cielo, si misiles, drones u otro tipo de arma más específica… yo por animarle y quitarle hierro, le dije que probablemente todo le ocurriera a la vez como era mi experiencia de los Balcanes, porque las guerras son unas desgracias humanas sin parangón que pensábamos erradicadas y vencidas por el derecho internacional, y que la invasión de Rusia nos ha devuelto a la casilla de salida. Por eso es importantísimo recordar la historia, nos apartamos muy poco del guión de nuestra testarudez y de nuestra vanidad. El gran consuelo para mí, es que mientras muchos deciden no conocer, otros como Manuel harán historia, pequeña, mediana o grandiosa, eso solo lo saben en otro piso, sujeta al olvido, pero en esta vida no estamos para vivir del recuerdo si no como nos recuerdan en otra sala, de todo lo que amemos. Suerte Manuel.