Dicen los sabios constitucionalistas: nuestro Estado debe partir del respeto a la Constitución como principio básico de la convivencia, como fruto del encuentro en la historia de la nación soberana española, que viene haciendo posible que vivamos en nuestro Estado Social y Democrático de Derecho, como propiedad de todos los españoles, no de ninguna imposición ideológica ni de partido, ni objeto en mercadeo político; para que el Estado se dedique, con su fuerza y poder constitucional, a garantizar el respeto de las normas «jurídicas» con leyes justas y ajustadas a la Constitución, en y con el respeto de los Tribunales de Justicia, en una sociedad soberana. Punto 2.1
Hoy vivimos nuestra Nación y en ella, sin parcelas de soberanía, como así hemos decidido en mayoría aplastante, en crónicas parlamentarias en herencia desde 1978, en un «Estado de las Autonomías». Vamos ya de la primera, ya de la segunda y ya por la tercera, ya a por la cuarta suma de generaciones, en vigencia y buena marcha constitucional.
La historia real nos hace depositarios de nuestra herencia recibida, nos convierte en garantes de su engrandecimiento y entrega de una España mejor para las nuevas generaciones, que tienen derecho a vivir en paz soberana y mejor que nosotros; para que nadie les impida recordar la historia ni sus memorias por serlo de los españoles; también las crónicas del esfuerzo por la convivencia que es fruto del poder constituyente del pueblo; sin que la soberanía quede en manos de terceros excluyentes de la declaración de que la soberanía nacional reside en el pueblo español, del que emanan los poderes del Estado (Artículo 1º. 2 CE). Un pueblo que olvida su historia está condenado a repetir sus errores o ser objetivo del pensamiento político y social único; ejemplos hay. Punto 2.2
En la evolución de los acuerdos en democracia, un repaso de las crónicas de casa y de las naciones en nuestro espacio natural de convivencia europea, y los hechos de la historia pasada y realidad presente, para comprender que no estamos solos entre las naciones que son sociales y democráticas de derecho, entre las que nos encontramos. Su historia y su compañía nos deben orientar y acompañar para valorar nuestra presencia entre las naciones afines, recordando que la acción política proclama la colaboración real y compromisos internacionales. Es la realidad y constante repaso para no olvidar que la vida en democracia sirve de alimentación energética y cerebral y contribuye en la orientación de la lógica de la colaboración entre las naciones de nuestra dimensión occidental.
Desde el inicio de la «Transición» política, quedó recogida la lección de que la acción política y el diseño serio de los pasos para llegar a la vía de la paz y convivencia, debe llevarse a cabo con buenos equipos y tener presente que no se enchufa bien el enlace energético para alimento de las cabezas y buen estudio de campo antes de actuar (que lo pagamos con nuestro presupuesto y dineros españoles, esto es de la Nación) los presupuestos deben ajustarse bien, para que funcione bien la acción política, la presencia del Estado y la garantía de derechos y libertades y deberes, en igualdad, sin déficit, porque no se nos puede jorobar el arranque energético de cada día, en que se precisa actuar con la lógica constituyente por la paz y la unidad entre toda la ciudadanía soberana, teniendo presente que la luz y la energía no deben y faltar para ver las acciones políticas claras para un futuro seguro, como debe ser, sin complicar las cosas políticas en territorio de toda la nación y soberanía y ajustar bien los dineros por esas cosas del presupuesto y facilitar la convivencia en igualdad de derechos y obligaciones, sin parcelar territorios. Punto 2.3, que de vez en cuando asoma.
Dicen los mayores en edad y primeros electores que actuaron como depositarios del compromiso constituyente, por la igualdad en toda la Nación, por hacer posible y obtener el de la convivencia posible, deseado por generaciones las pasadas, comprometidas y dedicadas a la construcción de la casa de la convivencia: demostrar que la convivencia es posible si la acción política quiere que la democracia sea real. La Constitución de la Nación debe servir a los ciudadanos: hacer real la paz social entre todos los españoles en igualdad de derechos y seguir siendo luz y garantía en el camino, con el buen tino de nuestra forma política que es la Monarquía Parlamentaria. Punto 2.4. ¡¡Ea!