Mariano de la Puente

Percepciones

Mariano de la Puente


Clase demediada

01/12/2024

Los franceses, a quienes llamamos gabachos despectivamente, son estudiosos de la realidad y vienen a confirmar los hechos con observaciones detalladas. Julio Hernández San Segundo, abulense, inteligente y culto, –hoy superaría los 100 años–, decía que fue un gran error de los españoles expulsar a los franceses en 1813. Lo razonaba afirmando que hoy estaríamos más avanzados, que tal vez esta sociedad sería otra, y el sentido de Estado también. La presencia napoleónica propició reacciones rebeldes, pero también una constitución, "La Pepa", que alumbraba un interesante camino, pero eso era demasiado fuerte para el Borbón Fernando VII. Otra oportunidad perdida. La democracia siempre huía de este país, cuando no la echaban.

La defensa de la democracia exige contumacia, sobre todo en malos momentos, y como le canta Javier Krahe, "mucho peor sería que te esfumaras como antiguamente"; no, no vamos a tocar madera, en todo caso tocaremos urna. Llevamos pocos años disfrutando del régimen, y si bien aseguran, casi desde cualquier bando, que los años transcurridos desde el 78 han sido los más feraces, esos mismos voceros hacen bueno el dicho de "poco dura la alegría en la casa del pobre", empeñados como están algunos en derribarla.

El resultado electoral ha dejado una composición endiablada en el Congreso; como resultado nos encontramos con una derecha que a veces parece ultraderecha, y una extraña izquierda que ni ellos saben muy bien a dónde van. La situación se deteriora por momentos; nuestra democracia se sitúa también en ese contexto generalizado por las elecciones mundiales de 2024. Es notable el retroceso de muchas democracias, algunas convertidas en iliberales, acompañado por avances más preocupantes de grupos a quienes la democracia, los derechos humanos y los logros conseguidos durante décadas les importa un bledo.

Leemos, hablamos, preguntamos, buscamos causas de por qué tanto votante es capaz de aupar y pasarse a grupos dispuestos a cargarse lo que haga falta. Hay un consenso común: las clases medias han sido, aún son, ese colchón ciudadano situado entre los extremos, capaz de aguantar el embate, pero parece que la degradación de esas clases medias conduce a una pérdida de calidad democrática.

Parte importante de la población ha visto perder capacidad adquisitiva, lo que permitía una forma de vida digna. El acceso a los servicios públicos de la sociedad de bienestar: salud, educación y vivienda se ha deteriorado por un neocapitalismo que ha surgido con fuerza, donde lo privado pretende relevar a lo público. Descubrimos que tener trabajo no es garantía suficiente para una vida decorosa y decente. La gentrificación, ese proceso de renovación de las ciudades por el que se desplaza a la población original por otra de mayor poder adquisitivo, es parte de los problemas de vivienda. El resultado es una clase media herida y, consecuentemente, una democracia contusa.

Prosperidad y futuro atrajeron a un aluvión de ciudadanos hacia asentamientos mal planificados, y a un complejo equilibrio entre naturaleza y humanos. Al crecimiento en esas zonas acompaña una masificación perversa, sin previsión y descuidada por políticos cegatos e interesados en lo suyo, no en los ciudadanos. Al final, la tormenta perfecta: Aglomeración de la población en zonas de riesgo; economía basada en industrias volátiles, que ofrecen a muy corto plazo riqueza, pero volátil; sectores clásicos e industrias que hicieron prosperar a la sociedad se sustituyen por otras menos consistentes –como es a veces el turismo– , industrias que, ante cualquier vicisitud adversa caen tan rápido como surgieron.

Añadimos: "En las grandes catástrofes, la seducción que ejercen los guías populistas podría llevar a los pueblos a caminos enteramente opuestos a la democracia", eso escribía Guy Hermet, 1989, en "El pueblo contra la democracia". Seudolíderes suplen las necesidades surgidas de esas catástrofes construyendo eslóganes equívocos, –aquí lo hemos vivido–, "solo el pueblo salva al pueblo". Politicastros y publicitarios menosprecian las labores del Estado, dañando a este, incluso, rompiendo la solidaridad entre ciudadanos, al enfrentarlos aprovechando el dolor, la desgracia y el descontento. Crean una ilusión falaz y la democracia sale perjudicada gracias a representantes ineptos.

Christophe Guilluy señala que cambios radicales en los sectores y medios de producción y, por tanto, cierta inconsistencia económica, degrada a las clases medias hacia lo que llama "los desposeídos", título de su obra, en la que refleja perfectamente esta nueva y abundante clase. Señala, entre sus conclusiones, que esos procesos se han convertido en el cementerio de una izquierda, incapaz de actuar al ejecutar un papel que la derecha ha agradecido, pues no podría haber defendido un modelo liberal que habría provocado reacciones sociales violentas. Recuérdese la reconversión industrial en España, en los ochenta, se hizo con gobiernos de izquierda, ¿había que hacerlo?: seguramente; ¿se hizo de la manera adecuada?: no hay repuesta.

La clase media, fundamento de la democracia, cree que el sistema roe sus principios. Las condiciones de vida cambian, la lleva hacia una fragilidad e incertidumbre que la pone en el disparadero, convirtiéndola en clase demediada. El pueblo reniega, huye del lugar idílico donde habitaba su pensamiento, su ideología, y se coloca en extremos que antes repudiaba. No asumen ideologías extremistas, pero puede surgir una democracia demediada, habitada por "los desposeídos" donde, se refugian por instinto de supervivencia, y ahí pescan sinvergüenzas y visionarios exaltados. Escribe Yuval Harari, en Nexus, "la gran ventaja de la democracia es que posee mecanismos de autocorrección"; añado, estemos alerta y seamos proactivos. La abulense, Teresa de Jesús, afirmó: "La verdad padece, pero no perece".

"Una actitud displicente hacia la verdad es más o menos endémica entre el colectivo de publicistas y políticos, especies cuyos miembros suelen destacar en la producción de charlatanería, mentiras y cualquier otro tipo de fraudulencia o impostura. No es ninguna novedad, y ya estamos acostumbrados a ello", afirmaba Harry Frankfurt.