A veces ese pequeño pelotón humano del que todos formamos parte se ensancha por el conocimiento y la amistad de nuevos "refuerzos", ese siempre actualizado "band of brothers". Siempre extraordinarios, siempre insospechados. Es eternamente un regalo de la vida para los que queremos bebérnosla a borbotones, sabiendo y reconociendo que cada ocasión es única y que muy pocas veces se pueden repetir momentos; por eso cada vez más hay que aprovechar cada café, cada cena, cada paseo que nos damos con esas personas a las que damos por supuesto.
Hemos tenido la suerte de poder realizar una actividad académica y profesional en la prestigiosa Universidad de Columbia en Nueva York. Todos nosotros de proveniencia de casi una veintena de países diferentes con predominancia de los norteamericanos o los que viven en esos Estados Unidos de los que nadie puede dejar de hablar por muchos motivos. Unos cuantos españoles, indios, filipinos, brasileños, turcos, argentinos de miradas…hasta ingleses. La victoria del presidente Trump estaba recién salida del horno e incluso en Nueva York era omnipresente. Y cuando todo esto acontece lo mejor es agarrar las palomitas, la manta y ponerse a disfrutar de lo que aparece delante de tus ojos, un espectáculo para el que sabes que tienes un ticket de entrada que no sabes bien como ha llegado a tus manos y parece más el premio de una lotería. Y como en las mejores obras de teatro, siempre lo inesperado y la realidad superan toda ficción.
Jamás pensé que empezaría un Professor americano confesando que había leído el Quijote, sin saber, que habría abierto la puerta mágica del conocimiento de lo hispánico, de lo que apunta siempre al Norte, de nuestro Barroco, en el que todos sabemos a ciertas alturas de nuestra existencia, que hemos venida a firmar un armisticio con nosotros mismos, con Dios y con todo lo que nos rodea. ¡Bienvenido a esta aventura Professor Low, amigo!
Y después constatar la impostura del mundo virtual que nos acerca por zoom para que no nos toquemos con la punta de los dedos. Encontrarse con seres humanos de generosidad impecable, que ya habían compartido mucho de su ser intelectual y profesional pero que a ninguno le bastaba, había que compartir mucho más humano. Había que trascender nuestros espacios y empezar a apostar con nuestra propia piel. Y así ha salido. Cuando vas a una heladería y pides tu sabor y olor favorito, pues esto es lo que vivimos. El sabor de la amistad, el olor del esfuerzo, el mérito y la excelencia. Una experiencia de la que uno vuelve siempre mejor.
Y por eso les comparto quienes son unos pocos, Kalinka mexicana y su mirada de arquitecta estética y única, Andrew, caballero tejano que es lo más parecido a un auténtico caballero español, y con todo dispuesto en orden en fila superior de valores. Juan, vasco, y su singularísima inteligencia con la rosa de muestras más única que otorgan los dioses: un inigualable sentido del humor. Camila que en su finísima inteligencia arropada de dulzura me hizo un regalo insuperable. Me enseñó en su vida mucho de mi presente y de mi futuro. Me abrió la puerta de la esperanza de mucho de mis caminos no transitados. Y Ganesh, indio, con la que he sostenido la conversación política más inteligente de mi vida. Y encima me amenazó con seguir conversando, viniéndose a España para continuar donde lo dejamos.
Los genuinos abrazos son la muestra de la mejor globalización que existe. La de gente con mucho y muchos talentos que está dispuesta a pelear por el bien y por un bien cercano, por sus familias, por el éxito, porque el éxito no es la maldición que nos quieren hacer creer los anti-políticos. El éxito es el mejor antídoto contra la mediocridad humana en la que nadie alcanza lo que está llamado a ser para beneficio de uno y sobre todo de la humanidad que le rodea, de sus familias, de las que todos hablaban y de toda la sensibilidad que no cabía en los enormes corazones e inteligencias con los que he tenido el privilegio de convivir y llamar amigos. Y esto nos puede pasar a todos en cualquier esquina, no hay que ir a NY.