Empieza 2025. Hoy es tiempo de Reyes Magos. La gente menuda está inquieta, saben que vienen de Oriente y tienen sus dudas y sus miedos, pues aquellas tierras andan liadas. Los niños dudan. Los mayores ensueñan una paz en Ucrania y Gaza. Israelíes y rusos retirándose de donde nunca debieron llegar, y los secuestrados por Hamás volviendo a sus casas; por desgracia, los muertos no volverán. En esta fantasía, Trump, en un ataque de locura, se vuelve sensato, y Milei, afectado por lo mismo, cambia la motosierra por un discurso sin ruido; y Siria recupera su ser. Por aquí, Alemania renace y sale del hoyo. Francia restablece la normalidad y en España empiezan a dialogar unos y otros, y un Mediterráneo castigado resurge de la catástrofe.
El cinco de enero es una fecha donde los deseos de pequeños y grandes pueden convertirse en realidad. Ambas palabras, deseo y realidad viajan juntas en el anhelo de los humanos. ¿Los Reyes Magos, podrían lograrlo? ¿Ayudará Tomás Fernández, a quien denominan "El Mago"? No tenemos garantía. La única realidad hoy es la alegría de las criaturas, embebidas en la euforia del regalo y en su mundo de ilusión y nosotros observándolos y cavilando.
Disfrutan un instante eterno, nuestro instante es limitado. Inmersos en sus sueños, pensamos cómo protegerlos de tanto ser extraño; no sabemos cómo actuar para que la dura realidad no los despierte de sopetón, ardua labor. Sabemos que según pasa el tiempo llegarán hasta donde estamos nosotros. La credulidad irá cediendo ante la malicia, crecerán con el lenguaje, no ignoramos que la palabra esconde lo que nos hace adultos: la realidad. Lo que no se nombra no existe. ¿Cuánto tiempo podremos disfrazar la crudeza con el relato para que sus sueños no se interrumpan, como en aquella película titulada "La vida es bella"?
Sus balbuceos ante los regalos nos dejan mudos y nos escudamos, aunque sea por un instante, en la ilusión de ellos. Nos abrazan agradecidos como si fuéramos los encargados de dar las gracias. ¿Cuánto vale ese pequeño abrazo? ¿A quién reconforta más a ellos o a nosotros? Otra vez el insigne Machado: es de necios confundir valor y precio, y los adultos que ya perdimos los sueños nos acomodan más el precio que el valor. Aprenden con nuestros cuentos y nosotros nos refugiamos de la realidad con los cuentos. La palabra puede ser un regalo envenenado, y cuando los orientamos hacia sus significados se nos antoja que tal vez nos equivocamos, pero es inevitable si lo viven, como fue la pandemia.
De las palabras finalistas elegidas entre las promovidas por la Real Academia y la Agencia EFE en 2024, ganó DANA, (Depresión aislada en niveles altos de la atmósfera). Detrás quedaron fango, gordofobia, inquiokupa, mena, micropiso, narcolancha, pellet, reduflación, turistificación y woke. Unas evocan desgracia, otras, delincuencias, las más, degradación o idiotez mental de parte de los gobernantes. DANA ha sido un ejemplo de esa cruda realidad, la han visto como nosotros.
Las noticias muestran la opinión y la actitud de quienes se tienen por líderes, pero disfrazan la verdad y la realidad con palabras. Dos vocablos que aparecen en el pensamiento de los ciudadanos no han estado entre las finalistas: irresponsabilidad y equidistancia. Las dos están presentes de manera permanente en la sociedad, en la gente. Contemplamos, incrédulos, como son ignoradas por quienes debieran mostrar responsabilidad y compromiso. Hasta los más pequeños oyen las palabras de los poderosos, y nos miran incrédulos. ¿Cómo explicarlo?
Irresponsabilidad se aplica a quienes no se les puede exigir sensatez en su estulticia, pues adoptan, o no, decisiones importantes sin meditar y el resultado afecta a la vida y hacienda de muchas personas. El año 2024 ha sido un muestrario evidente; hay un latinismo "falacia ad verecundiam", usada por quien exhibe su poder ante la falta de argumentos. Una DANA se convirtió en el caos, alguno sigue instalado en una gota fría mental.
Equidistancia es la posición que a veces adoptamos ante situaciones para no mancharnos o implicarnos. Tenemos centenares de ejemplos, pero uno se lleva la palma, abstención: la equidistancia o el distanciamiento de la gente ante los procesos democráticos. El resultado origina huecos rápidamente ocupados por agentes alejados del sentimiento democrático que han estado avivando sentimientos de desidia. La abstención, según Guilluy, ilustra la autonomía ganada por las clases populares, no su repliegue, ante ciertas formas de gobierno y la falta de expectativas. ¡Qué pequeño detalle, un voto, y qué inmensidad encierra!
Otros vocablos pequeños, pero de gran contenido, residen en la saca de los Magos. Regalos ganados hace mucho tiempo, salen poco, no prosperan en esa elección de protagonista del año como: derecho internacional, inaplicable para el caso del Estado paria israelí, y ya veremos si ese derecho no es papel mojado ante en las pretensiones trumpistas. Otras salieron y no se esconden como polarización, o anonimato, tan de moda por ser un refugio indecente en las redes sociales. Este último es atacado por Alex Grijelmo, en su libro "la perversión del anonimato", justificable en casos obvios, pero no cuando se usa para la destrucción y la degradación del otro.
No olvidemos la idiocracia, el gobierno de los idiotas, sistema donde los gobernantes descuidan las políticas y sus acciones pequeñas, pero continuadas, que fermentan en los estómagos y cerebros de la gente y despiertan los deseos de venganza. Esos políticos, los idiócratas, alimentan los conflictos con los que despedimos el año viejo y dimos la bienvenida al nuevo. Quienes paren a los hombres, las mujeres, abominan de que para ellos los conflictos sean un juego; como escribe Scurati la guerra es un deporte para ellos, tal vez si los Reyes Magos hubieran sido Reinas Magas o los varones tuvieran instinto maternal, las palabras ganarían a la violencia.