Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


Ángeles y demonios

23/01/2024

Para mí el nuevo año empezó el domingo. Ya ves, celebrar cumpleaños en enero es lo que tiene. Das un poco de margen al nuevo año para aparecer, te adaptas a las nuevas cifras y borrón y cuenta nueva para iniciar la aventura de una nueva vuelta al sol (chipirón). Celebrar el día internacional del abrazo, de las nieves, las ardillas y del chándal, es claramente una señal.
Incluso le das a la vida la oportunidad de ser el primer horóscopo completo del año y te pones frente al mundo como una buena acuario, dispuesta a celebrar hasta final de mes, porque un solo día de celebraciones no es suficiente para compartir y agradecer todo lo bueno de la vida. Es lo que tiene ser disfrutona, tú pones las reglas, al estilo: tú pasa el "pronto" y yo el paño. Adaptar las normas a lo que realmente más me interesa.
Por otro lado, ser disfrutona tiene otros inconvenientes. Y es que mi ángel me invita a saborear lo bonito de los días como el café con nieve en el balcón por las mañanas, volver a ver una serie con mis hijos 20 años después de su lanzamiento o simplemente pasear disfrutando de cada aire que llega a tu pulmón y alimenta el alma.
Pero el demonio…¡Ay el demonio! El demonio pasa revista cada minuto sin descanso: no hiciste eso, pusiste mala cara con eso otro, esa habitación está tirada, la mesa sin recoger, tú paseando y la plancha esperando. Pero, además, no teniendo bastante con eso, suelta perlas del estilo: ¿Cómo puedes soplar velas y estar feliz según tienes el patio? Yo ante eso, respondí que el patio lo tengo muy nevado (afortunadamente, aunque viene el calor a Polonia en pleno enero). Y ahí… ahí el demonio hinchó su vena del cuello y se puso como un obelisco. Sacó a relucir el cambio climático, por mi obsesión por la nieve mientras hay inundaciones en el Soto, el aumento de las temperaturas esta semana en Castilla donde vais a tener tiempo primaveral. Y luego ya de un salto, pasó a Oriente Próximo. 
No me dejaba ni replicar: "Tú sigue soplando velas y comiendo tarta, sí. Como si no fuera importante lo que tienes al otro lado de la frontera. Como si la realidad de un conflicto extendido más allá de la frontera con Gaza no fuera importante. Como si nada importara mientras tarareas los grandes éxitos de Parchís. Que, por otro lado, cómo te puedes acordar de las canciones de Parchís sin saberte ni por un solo minuto de tu vida la lista de los Reyes Godos".
Y ahí me quedé yo en estado de shock. Sabiendo que no podía responder porque mi demonio estaba en lo cierto. Actualizando mi versión 2024 de iniciar un nuevo año, sabiendo que el número de personas asesinadas en Oriente Próximo desde que empezara el nuevo conflicto deja cifras escalofriantes, que se asaltan hospitales y se ataca contra el personal humanitario sin pensar que hasta en la guerra hay normas que la razón humana, o mejor dicho la sin-razón. no puede atacar.
Ángel y demonio, vivir en el equilibrio de pensar con el alma y sentir con la cabeza o simplemente dar rienda suelta a sentir más de lo que podemos e intentar disfrutar de lo efímero que tenemos. Respirar paz, vivir 120 minutos por hora, llorar y reír al tiempo. Saltar encima de la balanza para desafiar el propio equilibrio que no te permite sonreír cada segundo, porque sabes que en el otro lado de la báscula está el dolor humano que tiende al infinito en otras personas que no corren tu misma suerte. Pero, mientras, te detienes a oler una flor, a acariciar a un perro que se acerca y distraes tu atención pensando en la forma que tiene esa nube que acaba de aparecer en tu radio de acción.
Ángeles o demonios, que esta vez no es el libro de Dan Brown, sino el juego de las poleas     que mi padre me enseñaba en la práctica y mi madre en clase de física. La vida y sus dobles raseros de medir según donde nazcas, según donde vivas, según la suerte que te tocó en el momento de nacer y que estaba escrita. La sonrisa y la lágrima no contenidas, la vida detrás de otros cristales, en el instante en el que tu destino quedó marcado por tu código postal.