José Manuel Serrano Álvarez

La Solana

José Manuel Serrano Álvarez


Miedo a la libertad

28/03/2025

Larga tertulia, en casa, en una tarde lluviosa. Analizamos los derroteros por los que discurre la aldea global en la que, dicen algunos, vivimos los humanos de esta primera mitad del siglo XXI. Tras desgranar los muchos problemas que rodean y dañan a esta sociedad, una conclusión general: La persona está perdiendo su libertad, porque quienes ostentan el poder solamente se muestran interesados en mantenerse en él y en ejercerlo sin limitación alguna. Buscan, en definitiva, imponer sus intereses, ya sean económicos, ideológicos o de cualquier otra clase. Lo peor, la mayoría no se da (o no nos damos) cuenta de ello. Nos adormecen con soflamas que, en esencia, son mentiras más o menos edulcoradas para que las digiramos mejor y nos hagan menos daño.
Cuando se inventó la imprenta en Europa, allá por el año 1440, los más optimistas creyeron que se abría un gran portón por el que se expandiría la libertad. La cultura, las ideas, las noticias… no tendrían que estar encerradas en la pluma de los copistas, sino que podrían multiplicarse a través de miles de altavoces de papel a velocidad hasta entonces no conocida. Pero el poder ejerció su autoridad e impuso límites, para que esa utópica libertad lo fuera menos. Nadie podía imprimir un texto sin la correspondiente autorización gubernamental. Solamente desde la clandestinidad y el anonimato se lanzaban mensajes que escapaban de los controles legales. Como en tiempos de la censura franquista, cuando el lápiz rojo de los funcionarios del régimen señalaba lo que debía ser borrado de libros, revistas y periódicos y las emisoras de radio y la única televisión existente nos contaban lo que les permitía contar el mandamás de turno. 
La democracia que nos dimos el pueblo español, bien animado entonces por los políticos que supieron crear y sostener un clima de concordia, donde vencedores y vencidos de la guerra civil se unieron para buscar lo mejor para todos, una vez superada la etapa franquista, nos alumbró un horizonte nuevo en el que disfrutamos de la mejor etapa de libertad de nuestra historia como nación. Ese tiempo algunos intentan cerrarlo de mil maneras. El poder, cuando se ejerce de forma inmoral (no digo ilegal, que es otra cosa), busca anular la libertad de las personas. Para ello usa multitud de subterfugios: amenazas, leyes represoras, privilegios a unos y castigos a otros… Todo vale para seguir en el poder y decidir sin cortapisas. 
Mire el lector en derredor suyo y busque por qué el poder amenaza con una ley que le permitirá decidir qué es verdad y qué no lo es. El lápiz censor de los años cincuenta vuelve. Me temo que con más ínfulas que entonces. En mi etapa de director de este periódico tuve que acudir a los juzgados en diferentes ocasiones. Siempre por informaciones publicadas. Solamente una vez los jueces fallaron en contra nuestra. Me obligaron a publicar una rectificación de un teniente de alcalde del Ayuntamiento de Ávila. Cumplí la sentencia y pregunté al juez por qué nos había condenado si el escrito (que publiqué tal y como se me había ordenado), no desmentía la información que pretendía rectificar. La respuesta que me dio fue que el espíritu de la Ley Orgánica reguladora del derecho de rectificación (de 26 de marzo de 1984) permitía que la persona aludida pudiera exponer su versión de lo que le afectaba, fuera o no verdad. El artículo primero de esta ley dice textualmente: "Toda persona, natural o jurídica, tiene derecho a rectificar la información difundida, por cualquier medio de comunicación social, de hechos que le aludan, que considere inexactos y cuya divulgación pueda causarle perjuicio". Y yo me pregunto: si esta ley está vigente, y no me consta que haya sido derogada, a qué viene que el poder quiera aprobar una normativa nueva. La única respuesta que encuentro es que hay miedo a la verdad, que es la que nos hace libres. Y el poder gobernante no quiere eso, sino que vivamos en la oscuridad que nos convierte en siervos sometidos a su autocracia.