–¡Ya viene, ya viene! Todas a coro… ¡Cumpleaaaños feliz, cumpleaaaños feliz! ¡Muchas felicidades, reverenda madre!
–Gracias, hermanas, bonita tarta, pero llevo cientos de años diciendo que no es un día especial, solo otro más. Hasta a mí ya se me olvida, fijaos, son demasiadas cosas en la cabeza.
–510 años de su nacimiento, madre Teresa.
–Dicen que la vida es una mala noche en una mala posada; en mi caso parece que he sacado un abono. Pero no me quejo, que nada me turba o espanta si tengo a Dios.
–No diga esas cosas, madre. La suya es una vida provechosa, fíjese cuántas cosas ha hecho.
–Y cuántas quedan por hacer. Cuando era joven y pensaba en fundar conventos, creía que no me darían los días para todo los que el corazón soñaba.
–Mire cuántos fundó al final, madre, tras este de San José. Y las imprentas, la compañía de peregrinaje por ferrocarril, las emisoras de radio y televisión carmelitas… Después páginas web y la red social de Las Moradas, que hasta Elon Musk la quiere comprar. Y ahora IMAVIC: la Inteligencia Mística Artificial para la Vida Contemplativa será una revolución. Ha reformado el Carmelo.
–Sabéis que el Amado anda entre pucheros, así es que también andará entre GPUs y chips de memoria. Por eso todas mis monjitas sabéis informática: «Programa y conducirás; no programes y serás conducido».
–Es una vida envidiable, madre Teresa.
–Aun así, no sé por qué el Señor no me quiere a su lado. Juan de Yepes siempre me decía: «Vive deprisa, muere joven y deja un bonito cuerpo incorrupto». Y mirad, él se nos fue hace 434 años y yo sigo todavía aquí, viendo día tras día cómo cambia el mundo.
–El Santo Padre de Roma ha mandado un correo electrónico felicitándola y deseándole muchos años más, madre. Pero repite lo de siempre: que, si por alguna razón Dios la llamase con Él, sería usted santa inmediatamente.
–Quita, quita, ¿santa yo? Ya sabéis que es tontería pensar entrar en el cielo sin entrar antes en nosotros mismos. Y, además, luego usan tu recuerdo para cosas rarísimas. ¿Os imagináis que ponen mi nombre a unas yemas, como hicieron con Sabina y Cristeta? O que llamasen «Santa Teresa» a la plaza esa del aparcamiento y el edificio de Moneo. No quiero ni pensarlo… ¿qué es esto que suena ahora?
–La alarma de su móvil, reverenda madre.
–¡Se me olvidaba, es cierto! Es para avisarme de la hora de la transverberación. Soplo corriendo las velas de la tarta y me voy.
–Pero recuerde que a las doce viene el alcalde de Ávila; ya sabe que le encanta salir en la foto en el periódico con los ciudadanos centenarios.
–Ay, Señor, ¡sea la penitencia antes que el paraíso! A veces me pregunto si realmente será verdad aquello de que es gran virtud tener a todos por mejores que nosotros.