Hace ya unas cuantas semanas que me ha llegado un nuevo número de "El Cárabo" una publicación trimestral, en forma de cuadernillo que me cautivó desde el primer ejemplar que tuve entre mis manos, hace ya casi tantos años como los que este atractivo monográfico celebra.
El origen de esta maravilla editorial se encuentra en Francia y su creador Pierre Déom ya había comenzado casi 10 años antes a divulgar unas hojas dibujadas a plumilla que, según nos comentan en Quercus, eran distribuidas entre sus alumnos; en ellas Pierre divulgaba el mundo de lo natural en clave humorística pero con un contenido científico impresionante que demostraba un conocimiento de cada especie tratada digno de admiración.
Al poco tiempo tuvieron tanto éxito estas historias, que se convirtieron en material impreso de amplia difusión. "La Hulotte" que así se llama la versión francesa de El Cárabo se había convertido en un verdadero fenómeno editorial y se calcula que más de medio millón de lectores esperan con frenesí cada nuevo número…
La versión española hay que agradecérsela en su origen a la Revista Quercus que consiguió lo que parecía imposible, que el autor permitiera su traducción al castellano y adaptación en nuestro país, algo no fácil de lograr ya que importantes editoriales lo habían intentado antes sin éxito.
Desde su lanzamiento en España el alma de El Cárabo es Teresa Vicetto, cuyo curriculum sería demasiado extenso como para plasmarlo en este artículo, pero con un alma, energía y corazón mucho más grande aún ya que con un enorme esfuerzo traduce número a número y adapta su información a las características de cada especie en nuestro país, apoyada por expertos científicos. El resultado es un deleite para los amantes de la naturaleza, pero no sólo para los aficionados ya que es tal la información verificada ofrecida, que incluso grandes divulgadores, naturalistas, o biólogos consagrados y ampliamente reconocidos la apoyan.
Hay que reconocer que lograr que un cuadernillo ambiental ofrezca datos inéditos sobre diversas especies, además posea un rigor científico notable y a la vez mantenga un hilo humorístico capaz de enganchar tanto a niños como a adultos, a los expertos y a los novatos, o a cualquiera que desee conocer mejor la naturaleza y los seres que la habitan, no resulta nada fácil. Y todo con el enorme peso de las magníficas ilustraciones a plumilla de Pierre Déom que desvelan algunos de los secretos mejor guardados de los protagonistas en cada monográfico.
Conseguir sacar adelante todo esto es un verdadero reto, más aún cuando sólo puede adquirirse por suscripción, por lo que tal vez, esta obra de arte impresa, sea menos conocida por el público en general que otras de temática "parecida", aunque realmente que yo sepa, no existe nada igual.
Rememorando su 40 aniversario he echado un ojo a mi colección de El Cárabo guardada como un tesoro, que es, y veo que el primero que poseo es el número 6 (¡Ay Dios, hace ya unos cuantos añitos de ese número!). En él se dedican íntegramente a dar sabios consejos sobre cómo debe plantarse un árbol de forma correcta y efectiva; en ese mismo cuadernillo nos informan los autores sobre una excursión virtual a través de un enorme roble y el proceso natural que tiene lugar en él, desde recoger la savia, bombearla hacia la copa, sintetizar la clorofila y respirar… ofreciéndonos oxígeno para que nosotros respiremos también.
Antes de escribir este artículo estaba ojeando y después leyendo su último número, el 95, dedicado a la hiedra, vegetal que existe en abundancia en patios y jardines de la ciudad y sobre el que este cuadernillo me ha descubierto aspectos que desconocía totalmente, como su capacidad de hidratarse a través de las hojas, la cantidad de insectos especializados en librar su néctar, o la variedad de aves que comen sus semillas, dispersan sus frutos y se esconden entre sus ramas.
Y ahora ya estoy esperando, con ganas, que en un par de meses me llegue un nuevo número.
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