Hace ahora 30 años, durante los primeros días de la Semana Santa de 1995, el 9 de abril, Domingo de Ramos, los abulenses amanecíamos con una noticia que producía una generalizada alarma social y una creciente indignación ciudadana: durante la noche anterior, la cruz central del humilladero de los Cuatro Postes había sido destrozada, sin que aparentemente hubiera testigos del acto vandálico a pesar de su aparatosidad.
Se daba la circunstancia de que, un día antes de este suceso, cuatro de las cruces de madera que marcan las estaciones en el recorrido del Via Crucis de Penitencia alrededor de la muralla, programado para la madrugada del Viernes Santo, habían sido arrancadas también con nocturnidad, siendo algunas de ellas clavadas en el sentido inverso, sin que tampoco nadie declarase haber visto la comisión de estas conductas. La acción había sido denunciada de inmediato en la Comisaría de Policía de Ávila por el presidente de la Junta de Semana Santa, Fernando José Jiménez Prieto, siendo en la tarde del 8 de abril las piezas restituidas a su lugar y posición por miembros de la Junta de Semana Santa y bomberos.
Pero la situación en esas primeras horas del domingo se consideró mucho más grave que la precedente, al haberse destruido la cruz de piedra de un monumento emblemático de una ciudad Patrimonio de la Humanidad, levantado en el siglo XVI, mirador por excelencia de Ávila. Las más diversas administraciones, instituciones y grupos políticos manifestaron públicamente su repulsa por el lamentable episodio.
La gobernadora civil, Andrea Ramos, anunció que se incrementaría la vigilancia policial durante la Semana Santa, y junto con el comisario jefe provincial, Eduardo Díaz Sánchez, y el jefe de la Policía Local, Andrés Morales, solicitó la colaboración de la población para esclarecer los hechos, de los que inicialmente se seguía la pista de un accidente de automóvil producido en las inmediaciones del espacio a esas altas horas de la noche. Se barajaba que los autores eran varios por la magnitud del atentado, que venían de fuera de Ávila y que podían ser responsables de los reprobables actos de ambos días.
Debido a lo sucedido, la gobernadora civil convocó una Junta Extraordinaria de Seguridad Ciudadana, a la que invitó a la Federación de Asociaciones de Vecinos, a Asociaciones de Padres y a otros colectivos locales.
Ante la interpretación extendida en la sociedad abulense de que lo ocurrido tenía además un trasfondo antirreligioso, el obispo de la Diócesis de Ávila, Antonio Cañizares Llovera, invitó a todos a sumarse al Via Crucis como desagravio por lo acaecido, agregando excepcionalmente una Estación Penitencial de Reparación en los Cuatro Postes, la primera vez que el recorrido llegaba a ese sitio, desde su creación en 1935. El llamamiento caló tan hondo en la ciudadanía, que fue secundado por una cifra estimada entre 15.000 y 20.000 abulenses, dependiendo de las fuentes.
Los técnicos municipales, examinadas las piezas de la cruz vandalizada, que habían sido depositadas en los garajes de la Policía Local, mostraron su parecer de que era más conveniente elaborar una nueva cruz que restaurar la original, debido a los grandes daños que había sufrido.
Así, el Ayuntamiento de Ávila encargó a su cantero, Mariano Casillas Garcinuño, la construcción de una cruz, igual a la que estaba ubicada en el humilladero de los Cuatro Postes. Casillas, natural de un municipio abulense con arraigada tradición de canteros, Cardeñosa, llevaba en el oficio desde niño. Su intención fue tallar una cruz de una sola pieza, con un solo bloque granítico.
Dos técnicos del Instituto de Conservación y Restauración del Ministerio de Cultura se desplazaron hasta Ávila para analizar las posibilidades de restauración de la cruz de los Cuatro Postes, dictaminando que la operación conllevaría una inversión de 700.000 pesetas. El director del Museo Provincial de Ávila, Elías Terés Navarro, y técnicos de la Junta de Castilla y León, también evaluaron la viabilidad de la rehabilitación.