Después de leer interpretaciones y comentarios de sesudos politólogos y columnistas sobre los resultados de las elecciones en EE. UU., aprecio tres percepciones: Una, las encuestas y predicciones se equivocan allí, ¡oh sorpresa!, como aquí; la segunda señala que la economía en Estados Unidos prima sobre otros principios y la tercera, me reafirma en una intuición: la sociedad europea y la estadounidense difieren en su escala de valores. Ojo con lo que importamos de la sociedad estadounidense.
Los recursos son escasos y supone elegir entre lo necesario y lo deseable. Paul A. Samuelson, en su manual sobre economía publicado en 1948, se preguntaba, ¿dónde invertir los recursos, en cañones o en mantequilla? La cuestión tenía más trasfondo que el enunciado. La elección conlleva un estilo de vida y una organización social. Los americanos eligen los cañones, los europeos prefieren la mantequilla. Las alternativas encierran conceptos dispares: frente al individualismo, lo público y la sociedad de bienestar; frente a la diplomacia de las armas, la paz y el diálogo como práctica; frente al sálvese quien pueda, la redistribución de la riqueza. En la prelación de valores, europeos y americanos difieren en su lógica y sólidas costumbres.
El sistema basado en la propiedad privada evolucionó hasta que, a partir del siglo XV, empieza a definirse por unos parámetros concretos que aceleran su transformación. Sus defensores no dudan en aliarse con los estamentos sociales y de poder para crecer, adaptándose a cada tiempo y lugar. En Europa, la historia y las revoluciones mitigaron, astutamente, las posiciones radicales; en la sociedad estadounidense los controles eran escasos. No obstante, capitalismo y poder son viejos amigos, y han procurado ir de la mano.
Tras las elecciones en EE. UU., ¿han llegado los ricos para quedarse?, ¿los plutócratas se harán con el poder? ¿Quién engatusa a quién, Elon Musk a Trump o al revés? A veces Trump parecía que no era más que una carcasa, una reminiscencia de la vieja política, un bailón grotesco y torpe bajo la batuta de quienes detentan el "capitalismo 5.0". Un magnífico artículo de Eva Borreguero en El País, "Los Siete Magníficos de la tecnología contra los Estados", desvela la actitud de los poderosos. Los ricos siempre sacan intereses de la política, y los réditos los paga el ciudadano con su silencio de cordero.
Sí, los plutócratas han venido, quieren formar parte del poder, como muestra tenemos la primera conversación de Trump con Zelenski, y Elon Musk de invitado. Otros elegidos parece que tienen cuentas pendientes con la justicia, y la eludirán. Los nombramientos previstos parecen más cerca de criterios empresariales que de políticas de estado. ¿Cuál es la ponderación para los nominados?: ¿un estado de bienestar de acuerdo con la ciencia política, un estado nimio, o ausencia de estado?
La camarilla de ricos de verdad ha llegado; antes eran discretos. En la década de los 80 decía un prudente Botín, "muchos se dicen ricos, pero serlo de verdad somos muy pocos". El cuento cambió, los de hoy han salido de las sombras, quieren el poder.
La sociedad americana es una amalgama de votantes diversa y extraña. Emigrantes de generaciones pasadas denuestan a los de hoy y, sin pestañear, apoyan la expulsión de sus hermanos; afroamericanos y latinos rendidos al plutócrata republicano al sentirse abandonados por los demócratas; también algunas mujeres han propiciado la victoria de un Trump con 34 pleitos pendientes, alguno por su conducta sexual. Resultado: Los Demócratas en la nada, los Republicanos desaparecidos. ¿Triunfa un peligroso populismo, o son "Los desposeídos" citados por Christophe Guilluy en su libro?
Ese "totum revolutum", que integra demócratas, republicanos, ricos, clases medias, pobres y desposeídos, se han embutido en un traje de hechuras inconcebibles que cobija adversarios acérrimos hasta anteayer. Gobernará una mayoría, pero tenemos la percepción de que la situación parece inestable, lo que no es bueno para ellos, para el mundo, y menos para la democracia. De hecho, miembros de la Unión Americana de Libertades Civiles advierten al Sr. Trump, antes de que ocupe la presidencia, que no huirán a Canadá.
Algunos se deslizan por la política hasta llegar al despotismo y, cuando experimentan la ingratitud de la misma, suelen descubrirlo tarde, asaltan las sedes parlamentarias, fue el caso de Trump. Dijo Charles de Gaulle: "La política es demasiado seria como para dejarla en manos de los políticos"; él se tuvo que retirar tras perder un referéndum. La participación ciudadana corrige, aunque no siempre, las ansias de poder, un virus que no tiene antídoto. Recordemos a Giulio Andreotti, "el poder absoluto corrompe absolutamente", los muy ricos debieran tenerlo presente, pero parecen ciegos y sordos.
El gran peligro es cuando coinciden en los personajes ansia política y riqueza, y pretenden el poder total; su desazón les inocula el síndrome de Hybris: exhibición sin mesura e impostura, falta de comedimiento, moderación, prudencia, y sensatez; ¿qué diría el prudente Botín?, olvidaron lo de "zapatero a tus zapatos", y los zapatos aprietan al pueblo.
No disimulan los síntomas del síndrome, no esconden sus riquezas, presumen por cómo se asocian para su objetivo último: el poder total. Tras Musk y Bezos, veremos cuánto tardan los otros "petarricos" en reclamar su porción, sobre todo ahora que podrían disponer del control legislativo aprovechando el adocenamiento de los políticos estadounidenses. La esperanza es que su rudeza intelectual y descarada les haga caer, lo grave es que, mientras ocupan el púlpito, podrían causar graves desgarros a la democracia.
A beneficio de inventario. El próximo 20 de enero, día de la previsible toma de posesión del Sr. Trump se celebra San Sebastián, denominado el "Apolo cristiano", santo con el que se han identificado grandes autores como Oscar Wilde, autor de la novela "El retrato de Dorian Gray". El tema central de la obra es el narcisismo, ¿Justicia poética?