Mariano de la Puente

Percepciones

Mariano de la Puente


Esperanza

23/03/2025

Algunos amigos y lectores me reconvinieron y sugirieron, con cariño, que escriba desde la esperanza, ya que la inmensa mayoría no estamos locos por el poder o el dinero. Consideran mis interlocutores que mis artículos son poco optimistas; la crítica me pareció oportuna, tienen razón. Lo único que puedo argüir en mi defensa es que escribo mis percepciones observando el mundo que nos rodea. 
Recordé la vieja leyenda de Pandora, esposa de Epimeteo, y las expectativas no parecen halagüeñas desde que destapara la jarra y todos los males se diseminaran por el mundo, como narra Hesíodo, el poeta más antiguo de Grecia, en "Obras y fragmentos"; quedó "la esperanza", escribió el griego, ese recurso de última instancia al que nos aferramos. Algunos estudiosos consideran una estupidez que ese bien conviviera con tantos males en la vasija; alguno, incluso, afirma que quedó "la espera", no la esperanza. 
Para los acontecimientos de hoy, y a la luz de los clásicos, la postura de cada uno de nosotros es más esperar lo que determinará el futuro. ¿Hay esperanza tras la pandemia, el volcán, la DANA?, o ¿las guerras y el intento de hacer menguar a Occidente atacando a Europa? ¿Hay esperanza después de que un Pandoro, llamado Trump, contagiado de la insensatez de Epimeteo, ponga el mundo patas arriba? Si no actuamos, esa desesperanza podría acabar en desesperación.
Cuando la naturaleza habla, callamos. Pero si lo hacen esos boceras, portadores de todas las infamias que amenazan a la humanidad con envidia, ignorancia, deshonor, y prepotencia, a lo que se aplican con fruición contra el resto de los humanos, es como si el mal de la vasija de Pandora se hubiera adueñado de ellos, un alien soberbio y egoísta que corroe sus entrañas, entonces es obligado hablar y actuar. 
De nosotros y nuestros votos depende que los nuevos burócratas y políticos salgan del argumentario y casillero mental. Es obligación de los políticos responder a los periodistas; son los ciudadanos quienes preguntan. Misión difícil, pues se han hecho expertos en el arte del silencio y el camuflaje para no ser detectados, y se evaden triscando por los cerros de Úbeda. En las comparecencias sin preguntas, olvidan de nuevo a la ciudadanía. Los hay que corren a esconderse bajo las sayas de sus jefes. Todos acabarán encueros. 
Albergamos la esperanza de que dejen el inmovilismo que les tiene anclados en la nostalgia, incapaces de avanzar hasta el siglo XXI. Muchos personajes son incapaces de medir el significado de sus palabras, viven en el reino del insulto, de espaldas a la realidad, y al siglo XXI, no han salido de las trincheras, ni de las aulas, como esa diputada que tacha al presidente del Gobierno de "señor de la guerra". Creo que algunas señorías se aferran al pacifismo de salón. Queridos políticos: las proclamas para la ficción teatral y el mitin. También leemos cómo ancianos comunistas de cerebros anquilosados añoran la Unión Soviética, y conviven junto a reaccionarios nostálgicos del franquismo. Un tablero donde esos peones se someten, ellos creen que no, al juego de Trump. Mientras, Putin, con su zalamería hacia el mandatario estadounidense, le da jaque, humilla y torea. Ejecuta bien el ruso. Europa y Zelenski no están en ese tablero. 
Tras el acuerdo de mercaderes, engañifa e indigno para Ucrania, algún cretino tendrá la ocurrencia de proponer para el Nobel a los firmantes, Trump y Putin.  Lo intentarán sus aduladores corifeos y podría ocurrir, como la historia nos muestra, lo sucedido con personajes como Kissinger, promotor de regímenes dictatoriales en Latinoamérica, que consiguió un "lustroso" Nobel. Recordando la historia, la nominación de Hitler y Mussolini, es posible cualquier cosa, pero como entonces esperemos que prevalezca el sentido común. 
La gente aplaudiría que algunos líderes alfa se volatizaran en compañía de sus congéneres, pues están igualando las páginas más negras de la historia. Dada su edad biológica, sería interesante que la madre naturaleza, en algunos casos, les convocara a los maitines de la oscura madrugada y se quedaran allí, y sus cachorros quedaran confinados en el rincón de pensar, ¿pensar? ¡Ja! La esperanza es quitarles cargos y prebendas en cuanto podamos; ese es el poder de la democracia, está en nuestras manos y votos.
Creemos en la utopía cuando es tiempo de reivindicar avances, pero cada tiempo tiene su afán, ahora hay que estar donde se debe. La idealización requiere de momentos calmos, en tiempo de tormenta se debe estar al mando de la nave, y muy vigilantes de los pescadores en río revuelto. Y sí, estamos con la utopía, pero no con la bobería y la simpleza. Cómo dice el título del libro del filósofo David Pastor Vico, vivimos en la "Era de idiotas".
El libro de Vico puede servirnos de guía en una sociedad que se vuelve insolidaria, pierde valores y necesita recuperar la confianza. "La esperanza es lo último que se vende", – escribe –. Te sientas a esperar – dice –, creyendo que no podemos hacer nada, que alguien hará, no sabemos qué. El mundo es una mierda, expresa el autor, controlado por otros a quienes, con nuestra indolencia, cedemos la iniciativa y después surgen los dramas políticos, económicos, medioambientales… ¿Les suena? La esperanza sugiere que salgamos de ese estado de confort, no esperar; a dios rogando y con el mazo dando. Quien pueda hacer que haga, pero bien, no como propuso algún oscuro personaje.
Quien me sugirió escribir sobre la esperanza, citaba a su padre, Paco, hombre cabal y honesto hasta la exageración, afirmaba. Francisco Reyes, como muchos españoles, tenía una historia a sus espaldas de lucha esperanzada; estas personas sí son un legado para la sociedad, aunque politicastros modernos, de corazón exiguo, si lo tuvieran, ignoren la realidad, pues son la némesis de la esperanza, la razón y la democracia.