Álvaro Mateos

El Valtravieso

Álvaro Mateos


De fiestas, trenes y verano

16/07/2024

En medio de unas fiestas de Las Navas que este año toco apenas de refilón y hoy, día del Carmen, me atrevo con un Valtravieso caluroso, aunque bien es cierto que todavía no hemos sufrido los rigores más duros del verano, que nos pronosticaron más cálido de lo normal. Uno ya se ha acostumbrado a hacer de la villa la residencia estival, porque no hay como dormir en pleno mes de julio viéndote obligado a poner una manta o un edredón. Créanme los lectores que, aunque estén acostumbrados a esto, es un lujo que debieran valorar, porque, una vez que se cruza Gredos, las noches cálidas son insoportables.

Cuatro líneas se me ocurren hoy con el traqueteo del tren, un servicio regional de Media Distancia que no puede aspirar a más. Y ni tan mal para los pueblos entre Ávila y Madrid, pese al abandono absoluto del ferrocarril por parte del ministro que insulta; sin personal, limpieza, cantina, sala de espera, llenos de maleza … apeaderos que en otro tiempo llegaron a ser hasta estaciones modelo con calefacción en las vías. Así agoniza el tren en tierras abulenses. Para recorrer los 72 kilómetros entre Las Navas del Marqués y Madrid, invierto tres veces más que en la misma distancia entre Toledo y la capital de España. Hora y media frente a los 28 minutos de AVANT.

La alta velocidad que unía Ávila y Madrid -con desviación por Santa María la Real de Nieva, dando una vuelta- era una realidad que frenó en seco Zapatero. Aquel momento fue el que nos hizo perder el tren, y así estamos. Aún con vuelta, Ávila estaría conectada. Hoy no lo está y las estaciones de la que fuera emblemática línea del ferrocarril del norte agonizan. La vida en los pueblos merece un futuro y no es cuestión de dos meses del verano: para regresar a ellos, hace falta contar con servicios.  

Vuelvo a las fiestas y me detengo en un momento en medio de la multitud que viví el sábado, intentando acompañar al Cristo de Gracia por la Avenida Principal de Las Navas. Mañana no podré, pero mi recuerdo estará allí. Me da pena, pero compruebo que las celebraciones de nuestros pueblos se han convertido en festivales de puestos que venden sus réplicas y falsificaciones al paso de la imagen religiosa, cada vez restando más señas de identidad a la esencia de lo que fueron.

Un Cristo de Gracia que pasa en medio de tenderetes que ni siquiera bajan el volumen de su música atronadora ante la imagen. Un Crucificado que el jueves estará solo, sin flores, ni música ni adornos, sin fuegos artificiales ni mascletás, ante el que escribía García Nieto en el silencio de sus muros. Cuando la iluminación del pasado viernes y el festival del sábado se tornen en música callada, los naveros nos detendremos ante Él pidiendo esta vez sí, de tú a tú y con más calma, que no aparte al pueblo de su mirada y ya, de paso, que no perdamos más trenes de los que ya se nos han escapado.