No hace muchos días, con motivo del Festival del Cine y la Palabra de Toledo, hablaba con unos amigos del antes y el después que han marcado algunas películas para el cine español. Una de ellas, sin duda es Bienvenido mister Marshall, de Berlanga y Bardem, esa genial pareja que traería una corriente regeneracionista y crítica a la España de los años 50 sorteando hábilmente la censura. En el segundo de ellos, ingeniero agrónomo de profesión, me quiero detener, recordando cómo unos años más tarde de esta cinta histórica, curiosamente avalada por el franquismo en contra del imperialismo americano, creaba la película Calle Mayor.
Dicen que de las tres B del cine español del siglo XX, Buñuel, Berlanga y Bardem, este último era el más politizado. De hecho, tuvo que suspender varias veces el rodaje de Calle Mayor, mientras rodaba jugando con los paisajes de Cuenca y la vía del mismo nombre que el título de la cinta en Palencia. Detenido por la Brigada Político Social, fue encarcelado en Madrid y reanudó la película en Logroño, con la condición de no retratar ningún elemento extraño, como una academia militar o un centro universitario.
Tal vez Bardem se inspirase en la vida cotidiana de una calle que se pasea, en torno a la cual se desarrolla la vida de un pueblo, como era la Avenida Principal de Las Navas del Marqués en 1953, para terminar en el verano el guion de esta película, una adaptación de La señorita de Trevélez, de Arniches, mezclada con Doña Rosita la soltera, de Federico García Lorca.
Según contó el director en un programa de TV2, Calle Mayor se empezó a escribir en una mesa que tenía el director en un apartamento en la Gran Vía madrileña, pero harto del calor, alquiló una casa de veraneo en Las Navas del Marqués, por la cercanía con la capital de España y la ventaja de poder ir y venir, con el compromiso de acabar el texto: «Yo escribía como un desesperado y al mismo tiempo vigilaba la felicidad de la niña», contaba, aunque la pequeña agarró la tosferina y les dio un buen susto: «Recuerdo que escribí con la portátil encima de las rodillas y había que estar siempre avizor para que la niña al cabo de los cinco golpes de tos no perdiese definitivamente el resuello», afirmaba el director que, por fin, pudo concluir su guion un 1 de septiembre.
Años antes de recibir el Goya de honor, Bardem vino a Las Navas a contar todas estas peripecias, en un acto cultural organizado por el Ayuntamiento y su revista Caminar Conociendo. El cineasta saltó a la fama por dos películas seguidas que se lo hicieron pasar mal con la censura, Calle Mayor, premiada posteriormente en Venecia; y Muerte de un ciclista, galardonada en Cannes. Para los Oscar de Hollywood, lograría la primera nominación española con La venganza, en 1958.
Son buenas excusas para adentrarse en el cine español de los años 50, un arte comprometido de alguien que por levantar el puño en Interviú se quedó sin el Premio Nacional de Cine, como llegó a contar Javier Solana. Autor de Lorca, muerte de un poeta; y de El joven Picasso, como series de culto para sus admirados artistas andaluces, hace dos años se celebró el centenario. «La función ha terminado, perdonen sus muchos errores», concluyó así su autobiografía. Vean Calle Mayor y comprobarán que no son muchos, al revés.