Era domingo –hoy martes- se celebraron elecciones municipales y todos los candidatos tenían grandes expectativas. El resultado en Ávila es sabido. En la provincia el PP conseguía una amplia victoria que le daba, además, la mayoría absoluta en la Diputación. En la Capital se repetía la victoria del partido localista que cuatro años antes había irrumpido con su amarillismo bajo la embaucadora denominación de Por Ávila.
El PP peregrinó la legislatura anterior con la idea, que no el plan, de volver a recuperar la alcaldía de la Capital. El resultado final estuvo muy lejos de lo que pudiera considerase como óptimo. Para ello se consideró apropiado traer desde Valladolid a una abulense y modificar en su totalidad los componentes de la lista electoral. No resultó. Los ciudadanos volvieron a desconfiar de una imagen endémica y un programa electoral insólito. Un año después y por esos extraños avatares de la política -en su mayoría ajenos tanto a la capacidad como al meritoriaje-, la candidata (dejo la portavocía local y ocupa una vez al mes la segunda fila de sillones del salón municipal) está entregada a la política nacional tras su designación como portavoz popular en el Senado. Un gran logro personal que es sin embargo un nuevo sinsentido, pues mantener por más tiempo esa dual situación puede convertirse en un nuevo lastre de credibilidad – ventaja para sus contrincantes- en las próximas urnas locales, aunque se crea que queda mucho tiempo.
La confianza depositada en Por Ávila, hoy, parece más cuestionada. Se ocultó las dificultades económicas del Ayuntamiento y nada se quiso decir en campaña de subir nuevamente impuestos. Sin mayoría para gobernar (confían en que el PSOE se les arrime y dispuestos parecen estar) no han conseguido ningún acuerdo hasta el punto de haberse convertido la aprobación de presupuestos en una verdadera yincana de juegos políticos. A los numerosos recortes se ha unido una calamitosa gestión de los intereses de una ciudad deambulante que aglutina en sus calles y plazas levantadas, aún, más piedra.
No son pocas las cosas que han pasado en un año en Ávila, aunque ninguna ha cambiado la vida de los abulenses quienes con sus votos deciden.