Historiadores afirman que la figura de la reina del ajedrez, introducida en el juego milenario en fecha tan tardía como el siglo XV y que cambiaría radicalmente las reglas de la disciplina vigentes hasta ese momento, se inspiró en el personaje contemporáneo de la monarca de Castilla Isabel la Católica, nacida en la localidad abulense de Madrigal de las Altas Torres en 1451, una soberana inusualmente influyente para ser mujer en la sociedad de su época.
El primer gran tratado sobre el ajedrez moderno lo escribió en 1497 el joven estudiante de la Universidad de Salamanca Luis Ramírez de Lucena, hijo del protonotario y embajador de los Reyes Católicos, bajo el título Arte de ajedrez con ciento y cincuenta juegos de partido. El autor dedicó su obra al príncipe heredero Juan, único hijo varón de sus majestades católicas, fallecido en Salamanca el mismo año de la publicación, y sepultado en el Monasterio de Santo Tomás de Ávila.
Un ejemplar incunable del volumen se conserva en la Biblioteca General Histórica del Estudio salmantino. En él se compilan las normas del ajedrez actual en el momento en que se producía su ruptura con el antiguo tras el paso decisivo de su evolución: por primera vez desaparece la pieza de la alferza, existente hasta entonces como visir o consejero acompañando al rey, y se sustituye por la de la dama, mucho más ágil, que se convierte en la más poderosa del tablero, posiblemente en homenaje a la reina Isabel I, revolucionando el juego hasta llegar a ser como lo conocemos hoy. La importancia clave de la reina se constata en que Lucena denomina al estilo primitivo de ajedrez "del viejo", en oposición al de las nuevas reglas, que llama precisamente "de la dama".
Cuando los árabes introdujeron el ajedrez en la península, las partidas eran tediosas y se alargaban en exceso, y tras el advenimiento de la pieza de la reina se volvieron mucho más dinámicas y atractivas: esta podía avanzar en todas direcciones y en toda la extensión del tablero, frente a la limitada alferza, que solo se movía una casilla y en diagonal. En el tablero, Isabel montaba más que Fernando.