Cuatro somos, tres venimos…
Caminando por campos de oro que llevamos tatuados en alma. Nos trepan por los brazos las olas doradas del trigo y nos impregna la fuerza del polvo del camino, recorrido por siglos de historia que parecen dormidos. Al fondo, dos murallas, ambas de piedra e imponentes. La primera que aparece en el horizonte es inmensa y natural, la segunda es más pequeña y artesana, pero embruja al espectador que llega por el sendero polvoriento, ya sea la primera vez que lo atraviesa o lo haya transitado tanto que haya perdido la cuenta.
Que te vaya bien, que me voy a ir,
a ver los toritos a Valladolid,
a Valladolid, a Valladolid,
que te vaya bien, que me voy a ir.
Camino de amapolas en primavera, girasoles en verano, humo de leña en otoño, escarcha en invierno. Y sobre todo piedras, tantas piedras en el camino. Las que lo forman, las que lo guían, las que fueron y ya son solo un recuerdo, las que se mantienen en pie, hincadas pese al paso del tiempo, las monumentales, que conforman castillos, iglesias y conventos, las que son nuestros refugios. Las piedras del día a día, las olvidadas.
Qué buena está la guitarra para rondar esta noche
Qué buena está la guitarra si las cuerdas no se rompen.
Piedras que cantan, que suenan, que han escuchado entonar. Piedras que temen perder la música de los siglos, pero respiran cuando oyen a aquellos que cantan en la entrada del pueblo. Por los que recitan los diez mandamientos, los que dejan ramos en la ventana de mujer amada, las panaderas y la pobre Adela, por las que marcan el ritmo con cucharas, calderos o con las palmas. Por la dulzaina, la pandereta, el pito, el laúd o el tamboril. Por la morenita que todos esperamos se decida a levantar.
Morena si te pillara
donde cantan las perdices…
Morenas bien cantadas de nuestra tierra, las serranas mías, las niñas bonitas, dichosos los que se las lleven. Por los prados y las campas, las ermitas y las fuentes en que celebran mientras bailan, da igual que lleven ensayando meses o años o que sea una danza espontánea. Juntarse, unirse, ser parte de una comunidad, con una historia y una tradición que configuran quienes somos y que no hemos de perder de vista.
De que le sirve a un pastor…
Pastores en las cañadas, cabras entre piornos, vacas que sustentan nuestra gastronomía, milanos sobre los picos más altos. Fauna bajo el cielo azul del verano, bajo el cielo azul del invierno. Fuego en la temporada estival, hielo en los primeros meses del año. Neveros que nos dan la vida cuando el calor quema nuestros campos. Nieve que se despide al llegar el verano.
La despedida te doy, la despedida voy dando
que bonita despedida que me despido cantando.
Despedida de este artículo, saludo de vuelta a mis lectores. Mientras los Gigantes y Cabezudos desfilan por las calles, la Santa sale en procesión y los más valientes sacan los manteos y pañuelos, los calzones y el chaleco, el otoño llega a nuestra ciudad y nos disponemos a enfrentarnos a un nuevo curso. ¿Qué nos deparará?, me pregunto casi cantando. Solo el tiempo lo dirá, pero grito mientras tanto: ¡Vivan nuestras raíces! ¡Viva Ávila! ¡Viva Santa Teresa!