Lecturas para el periodo estival aparentemente aburridas, un coñazo, pero les descubrirán mundos maravillosos. Las utilizamos frecuentemente, algunos las usan de manera inadecuada con un desconocimiento profundo e incluso con intención de engañar.
No son El Quijote o La Biblia, lecturas recomendables, no, ahora que están de moda los libros de autoayuda me atrevo a sugerir dos obras: Diccionario de la lengua española y la Constitución de 1978. En cada casa debiera haber un ejemplar de ambos. Pese a no tener la antigüedad de las antes citadas, no desmerece su lectura. ¿Cuántas veces nos hemos reído o enfadado por el mal uso del lenguaje, o irritado por el uso retorcido de La Constitución? Nos ayudan a expresarnos, a reconocer la falsedad de algunos cuando hablan; o como otros envuelven sus discursos, tergiversando las normas fundamentales de convivencia. ¿Es poca autoayuda?
Llevo años deleitándome con ambas obras y siempre, por conocidas que sean, no dejan nunca de sorprender. Conocer nuestro idioma nos ayuda a interpretar los discursos oscuros y, por tanto, sabríamos a qué atenernos sobre las verdaderas intenciones de quienes los lanzan.
Las palabras siempre sorprenden, y al ojear uno de los libros citados me detengo en la palabra "mentira". De actualidad, profusa y evidente en discursos y argumentarios políticos, así como en miles de textos, audios y videos. La mentira es consustancial al hombre y nació con él; palabra camaleónica como hay pocas, se comprueba en sus muchas acepciones, muy usada para que el autor pase desapercibido y le ayude a aturdir, confundir o distraer al interlocutor.
Los políticos y todo hombre público, así como sus aláteres, son los primeros en darse una profunda inmersión en nuestro idioma, pues es fundamental para sus objetivos.
Regreso a la palabra mentira, que no siempre significa lo mismo, y rescato algún significado que personalmente me ha parecido interesante, pues según lo que se pretenda o se persiga, sus acepciones son diferentes. ¡Ojo!, acusar de mentiroso genéricamente a cualquiera es confuso, carece de sentido y, seguramente, impreciso. Hay que especificar.
Produce sonrojo como se maquinan hechos indeterminados o falsos contra alguien con el único objetivo de doblarle el brazo, a eso le llamamos patraña en castellano, observando el comportamiento de alguno, vemos su clara intención. Otro asunto es el embuste, una actuación contraria a la naturalidad, que no es lo mismo que el engaño, muy dado en el arte taurino. La muleta engaña al toro y en política, la muleta es la falta de verdad que oculta en una especie de bruma lo que se dice, se hace, se cree, piense o discurre. Ejemplo claro son los nacionalismos.
El arte del engaño lo vemos con frecuencia en las batallas dialécticas entre sus señorías. La impostación, la falta de autenticidad se define como falsedad y la acompañan de histrionismo, exageración teatral y artificiosa. Los miércoles en el Congreso es la muestra.
El engaño nada tiene que ver con la patraña, esa invención urdida con el propósito de engañar, de ahí los libros recomendados de autoayuda. Nuestro Diccionario de la lengua nos permitirá descifrar el lenguaje críptico de tanto jeta y caradura profesional.
Este curso político ha sido pródigo en infundios, noticias falsas, generalmente tendenciosas y parciales, que manifiestan arbitrariedad ¿Les suena?; y que, como la falacia, es contrario a la verdad y a la rectitud. Su finalidad, perjudicar a la persona contra quien se comete.
Como ven, la mentira se disfraza de mil maneras y cuanto más verdadera parezca, más agrade al receptor y más duda siembre, parecerá más creíble. Hay mentiras leves, las bolas; rumores falsos, generalmente con fines políticos o de otro género, pero fáciles de identificar. Tenemos también las engañifas, engaños artificiosos, contrarios a las apariencias, con fines de utilidad, como el truco del toco mocho. Aquí el engañado tal vez sea tan culpable como el engañador a causa de su avaricia. Y el más cutre, el enredo, cuya finalidad es ocasionar pleitos a causa de las disensiones que provoca. Recuerden las comedias.
Todas merecen reprobación, pero la mayor y peor mentira es la calumnia: acusación falsa hecha maliciosamente y con intención de provocar el mayor daño posible, lo que puede llevar a situaciones límites al calumniado. El daño moral que provoca tiene un añadido grave, permanece en la memoria, recuerden aquello de, "calumnia que algo queda".
Finalmente, hay acepciones muy dialectales como la macana, usada en Argentina y otros países latinos, cuya finalidad es producir incomodidad o disgusto, sobre todo si se hace armado de una motosierra.
O guayola, expresión contraria a lo que se sabe, muy usada en Nicaragua y practicada por políticos como Ortega y consorte, que pasaron de la Revolución Sandinista a un cesarismo dictatorial, y ahí siguen instalados.
¿En política se sustancia la mentira? Hay consideraciones y Max Weber nos enseña a distinguir que la ética de las convicciones se transforma, al llegar al gobierno, en la ética de la responsabilidad. Por tanto, ¿son los gobernantes mentirosos?
En libro de Proverbios se escribe, (para creyentes y no creyentes), cosas que el Señor odia: "Ojos soberbios, lengua mentirosa, manos que derraman sangre inocente, un corazón que trama planes perversos, pies que corren rápidamente hacia el mal, un testigo falso que dice mentiras, y el que siembra discordia entre hermanos", (6:16-19). Y en Jeremías dijo Dios: "Esta gente dice que me ama, pero en este país todos mienten. ¡Este pueblo dice más mentiras que flechas lanza un guerrero en la batalla! Nadie confía en nadie, ni siquiera en su propio hermano, porque nadie dice la verdad".
No hay actividad, profesión u oficio donde la mentira no haya estado alguna vez. Recuérdese que en nuestra sociedad se dice que hay tres clases de mentira: La mentira, la media verdad y la estadística.