Poseer coche implica tener en regla el permiso de circulación (verifica su perfecto estado de funcionamiento), pagar el impuesto de circulación (grava la titularidad de un vehículo apto para circular por las vías públicas) y, en cada caso, disponer de las pegatinas de la ITV correspondientes. Añadan el pago de la ORA y las multas con ocultos radares móviles. La constitución ampara el derecho de libre circulación de persona y bienes. Pues con todo esto el uso del coche se va restringir ampliamente en Ávila. Deberían bajarse los impuestos al coche.
El Ayuntamiento tiene redactado y en fase de estudio y aplicación su PMUS. Un plan de movilidad discutido y discutible para una ciudad medieval que si nadie lo remedia volverá a sus orígenes –mulas y carros–. Algo más de 40.000 vehículos con una antigüedad media muy alta, y una economía sustentada en turistas que llegan en vehículo propio. La primera decisión –comprar cámaras de vigilancia– es preocupante, pues envía un mensaje nada alentador, ya que atemoriza y presagia días de caza. Antes de cerrar calles parecería apropiado mejorar la oferta de aparcamientos públicos y un buen comienzo sería construir uno subterráneo bajo la antigua estación de autobuses.
Con el ambiguo título de Zona de Bajas Emisiones (ZBE), Ávila se dirige sin solución de continuidad a sumar al ya ancestral anillo de la muralla –desértico de residentes y comercios–, hasta dos anillos más de prohibición y restricciones de circulación (impacto no calculado) en una ciudad que no tiene contaminación –cielos azules–, y si falta de otras muchas cosas. La sola justificación normativa (incoherente en capitales pequeñas) o el intimidante anuncio de pérdida de subvenciones no pueden estrangular a la capital abulense con carriles bici para subir sus cuestas.
Ávila va a ser gregaria de un modelo impropio, impuesto y recaudatorio (nada se dice de los varios millones de euros que va a costar el capricho), alejado de lo que debiera ser la peatonalización global solo del casco antiguo con perspectiva y previsión, sin ir a impulsos y con identidad propia. Lo contrario a lo que se está proyectando.