Sara Escudero

Desde la muralla

Sara Escudero


La figura de porcelana

15/11/2024

Recuerdo las figuras de porcelana que tenia mi madre en el salón. Las recuerdo pegadas, despues de mil juegos. Podían aparecer debajo del sofá, detrás de la puerta o siendo veterinarias en la granja de Pin y Pon. Tenían mil y un papeles como actrices de reparto, vestidas cada día con un modelo que no les correspondía. Tan blancas, tan pulidas, tan frágiles.

Sin pegar no duraron ni dos semanas, con la correspondiente bronca por haber sido damnificadas en el colegio de Los Barriguitas. Con aquel brazo roto pegado con Loctite, 3 años. Sin brazo… sin brazo siguen dando vueltas en alguna caja. Tan blancas, tan pulidas, tan frágiles.

Podían tener diferentes roles y millones de ubicaciones: una cómoda en el salón, un aparador en la entrada o, incluso, tener un hueco destacado en una mesilla ocupada ahora por un cable de móvil y una lamparita de dudosa utilidad. Pero siempre pegando con todo, elevando el glamour de cada rincón, de cada instante. Tan blancas, tan pulidas, tan frágiles.

Y así, nos acompañaron durante todos estos años, con brazo, sin brazo, en primera línea de batalla, detrás de nuevas modas o contemplando la vida desde la distancia sin importar la estación del año. Siempre ahí inquebrantables, con la sonrisa de la Mona Lisa, y la mirada de reojo de La Niña de la Perla. Tan blancas, tan pulidas, tan frágiles.

Si aprendimos algo en la pandemia fue la fragilidad del momento, del instante donde la vida da un giro completo. Ese milisegundo donde todo cambia y te das cuenta que nada es permanente, aunque pretendamos ser eternos como la figura de porcelana que nunca aprendió del riesgo, que nunca lloró los muertos, que no supo quitarse sus zapatillas de bailarina y bajarse del mundo. Si, aprendimos algo.

Ellas, que han resistido al paso del tiempo, pero que no pudieron cambiar de posición para evitar ser golpeadas por los juegos y las risas. Ellas, tan blancas, tan pulidas, tan frágiles hoy me siguen recordando la importancia de agradecer el momento, de sentir el mismo dolor que sufren nuestros vecinos cuando su vida está inundada y los corazones llenos de lodo. Que el fango no nos haga rígidos, que los perjuicios no ahoguen la ayuda tan necesaria. Que las calles hoy intransitables, busquen una salida para paliar el sufrimiento y el agotamiento tras unas semanas de incalculable dolor.

La fragilidad de una figura de porcelana, de una pompa de jabón, de una copa de vino delicada que choca contra el suelo y se parte en mil añicos. Así nos sentimos estos días contemplando los efectos de la Dana una vez más, cada año más virulento, más agónico, más destructivo. En un otoño que quedará marcado en nuestros corazones por habernos sentido tan blancas, tan pulidas, tan frágiles. Y, tras la subida del agua, tan marrones, tan arrugadas, tan rotas como las figuras de porcelana del salón de mi madre.

ARCHIVADO EN: Ávila, DANA, Pandemia