Mariano de la Puente

Percepciones

Mariano de la Puente


¿Y ahora, qué?

16/06/2024

Habíamos anticipado que, con tanto partido, el Parlamento Europeo acabaría convirtiéndose en un potaje. Plato habitual en tiempos de abstinencia, ese momento de privación de otros alimentos que son, sin embargo, fundamentales para una buena salud.

Llegan nuevos cocineros a la política con una cocina extrema. Pretenderán cambiar el menú europeo eliminando alimentos necesarios para el desarrollo, y vitales para el estado de bienestar. No gusta a esas formaciones políticas una sociedad bien alimentada de derechos conquistados a lo largo de muchos años, a su parecer son mamandurrias innecesarias. Así entienden la abstinencia.

Esas formaciones, hasta hace poco insignificantes, han conseguido cuota de poder y traen viejas ideas fracasadas hace decenas de años.

Con una altísima abstención, a causa de la abulia ciudadana y el desencanto de un mundo joven, la política ha tomado derroteros de difícil explicación, con resultados electorales que, gusten o no, serán un trágala durante los próximos cinco años.

¿Se han de respetar los resultados?, por supuesto, faltaría más. Pero es crucial defender la democracia liberal, exponente de libertad y tolerancia, frente a lo que estas nuevas fuerzas preconizan, una democracia iliberal, donde la libertad plena y otros derechos brillan por su ausencia: es su ideario. Estemos atentos a sus pretensiones y dieta.

Los gobernantes de un sistema así ignoran, silencian, o se saltan aquellos aspectos legales que no les conviene. La prueba es que en sus países presentan una cara, y en la Unión Europea otra.

Los dos bloques que han sustentado, desde siempre, a la Unión resisten y se mantienen. Su suma es mayoritaria: populares de un lado y socialdemócratas, liberales y verdes de otro. Pero esos nuevos actores pueden tentar, sobre todo a la derecha, a conformar bloques novedosos, proponiendo otra manera de hacer política, poniendo énfasis en según qué temas, lo que puede resultar peligroso.

A cada avance y prosperidad conseguido le sucede un toque de atención. Es sabido que el bienestar es difícil alcanzar, pero mantenerlo es mucho más complejo. Al adocenamiento y la ensoñación puede seguir un despertar agitado e incluso violento, y ha sucedido. Un latigazo ha despertado a Europa del sopor. La extrema derecha consolida posiciones y en algunos países avanza.

Si la supranacionalidad europea ha sufrido un temblor, algunos de sus miembros fundadores están padeciendo un verdadero terremoto político. Dos miembros nucleares de la Unión Europea, Francia y Alemania parecen a punto de colapsar tras los resultados.

Francia ha convocado elecciones y si sucede como en las europeas, las consecuencias serán de temer: ¿Veremos a la ultraderecha instalada en un Estado fundador de la Unión Europea? En Alemania, los demócrata cristianos han vencido claramente, pero ha resurgido un partido nazi que alcanza el segundo lugar desplazando a los socialdemócratas que gobiernan en coalición; ¿qué hará Olaf Scholz?, ¿la coalición semáforo perderá los colores? En Italia ya gobierna la ultraderecha, con una Meloni que en Europa dice unas cosas y en Italia hace otras; y en su "civilizado" parlamento salen los puños a relucir.

Parece que los antiguos satélites soviéticos, siguen apostando por Europa, pero miran a Rusia de reojo con prevención o con nostalgia, según el caso. Surge una pregunta sobre los siete candidatos a ingresar en la U.E., ¿cómo verán sus expectativas, tras estos resultados?

Los nuevos parlamentarios tienen cinco años, hasta 2029, para consolidar, destruir o cambiar algunas políticas del proyecto europeo. Ese año se cumple, precisamente, el centenario de la Gran Depresión, que culminó con el Crack del 29; la bolsa en Estados Unidos se hundió y contagió al resto de los sectores productivos y a gran parte del mundo. Se cerraba una década, la de "los felices 20", época de bonanza, con paz tras la Gran Guerra. Se había iniciado la popularización del consumo y un cierto desarrollo económico y cultural. Estados Unidos emerge como potencia tras la Primera Guerra Mundial.

También en aquellos años nace en Italia el fascismo, con Mussolini de líder. En una Alemania humillada tras la primera guerra mundial florece el nacionalsocialismo y Hitler. Las colonias europeas tocaban a su fin y brotan otros sentimientos nacionalistas, a la luz de los "Catorce Puntos" en el discurso del presidente estadounidense Woodrow Wilson. El mundo se asomaba a otro precipicio, con Europa a la cabeza.

La vieja Europa conoce su historia, el pasado es difícil que se repita, pero nuestro continente está sufriendo una implosión por causas como: nacionalismos estatales y provincianos que se resisten a formar parte de un gran proyecto; cortedad de miras de algunos políticos, y dirigentes sin escrúpulos con un ego desmesurado.

Los dos bloques políticos de la Unión Europea pueden resistir, pero necesitan recuperar el espíritu de los fundadores y evitar que en los próximos cinco años el edificio europeo acabe de manera abrupta, al albur de cualquier fondo buitre como China, o Estados Unidos o, peor, con una Rusia amante de la piqueta y la destrucción.

En el suelo patrio, ambos bloques parecen conformes con el resultado, todos han ganado, dicen. Nada se mueve. El riesgo aparece por los extremos de uno y otro. Por la izquierda, lo de siempre, grupos decadentes, autodestructivos y alguno, incluso, en peligro de desaparición como Izquierda Unida. Del otro lado, la derecha y las ultraderechas. Se fraccionan, pero crecen poco. El colmo, ese nuevo actor radical y estrafalario, con un "no programa", cuyo objetivo es: "aforarse para eludir a la justicia". Malos ejemplos de los nacionalistas de JUNTS que, por cierto, han retrocedido.

El PP pretendía agujerear al PSOE en la persona de Sánchez, el resultado salta a la vista. Feijóo había fiado todo a un plebiscito, y no parece haberlo logrado. Mientras, la ultraderecha avanza por esa banda.

¿Y ahora qué? Una Europa caótica y nuestro país inmovilizado. ¿Los ciudadanos?, aquí y allá: desconcertados.