Carolina Ares

Escrito a tiza

Carolina Ares


Pensamientos lluviosos o lluvia de pensamientos

25/01/2025

Lluvia. Por fin. Cae lenta pero consistente, aliviando la tierra y el campo agostado y muerto de sed que clama por unas simples gotas que le calmen. Las suficientes para que regalarnos la vida no suponga un sufrimiento. Las plantas y los árboles respiran con su sola aparición. Las montañas desaparecen tras un velo de vapor, presentes y a la vez ausentes, mientras se nutren, rellenan sus ríos y acuíferos. Resplandece cada gota al posarse, apenas un instante si cae en construcciones humanas, pero centelleando en mil colores si se posa en la naturaleza: hojas verdes irradiando la dicha de su tesoro. Si no recibe su alimento se reseca, si se seca nos quedamos sin oxígeno. 
Una lluvia tan ansiada que rompe con todos los tópicos y aparta esa tristeza que suele evocar, porque ahora es recibida con alegría. Trae el consuelo a la aflicción por su ausencia. Su repiqueteo contra los cristales suena como el júbilo del tambor que anuncia una celebración. Cuánto durará esta dicha húmeda no lo sabemos. Igual en el momento entre que yo escribo y tú lees ya se haya evaporado, volviendo a la atmósfera mientras nos devuelve la pesadumbre de su falta.
La lluvia sigue cayendo, sus gotas me acompañan mientras conduzco por el Paseo de don Carmelo, mientras camino por La Ronda o rodeo el parque de Las Hervencias. Gotas que se transforman en palabras al chocar contra la superficie, que no dejan de resonar en mi interior, transformándose en sinónimos y metáforas, en preguntas sin respuesta o quizá más bien es que no alcanzamos a ver la solución. Qué más será esta falta de agua que cada vez es más evidente, este bien tan preciado, imprescindible para la vida pero que está en riesgo. Igual es como la empatía o el respeto, valores que nos hacen humanos y fundamentales para las sociedades, pero que tanto escasean estos días. Cuando dejamos de ser y empezamos a tener, cuando dejamos de mirar al cielo esperando ver llover. Cuando las humanidades y el humanismo se empezaron a extrañar como se añora la lluvia, su alimento para la ciudadanía se echa en falta como las gotas de agua.
Palabras en tromba que caen como un chaparrón, que se desatan con la lluvia. Añoranzas en forma de ideas que tamborilean como las gotas contra mi ventana y me recuerdan que no todo vale, que cada vez tenemos más, pero es más lo que nos falta. Lo esencial que sí es visible a los ojos es transparente, pero sabe hacerse evidente y puede apreciarse cuando queda suspendido sobre el césped, las hojas y las ramas: sobre aquello que también es indispensable, pero se nos olvida o que no lo queremos ver pese a su presencia cotidiana. Aunque aquí cada vez menos, pues en el centro de la ciudad se está cambiando los árboles y la vida por hormigón y desidia. Sostenible no es cambiar el verde por el granito. El reflejo de cómo tratamos a la naturaleza es el de la sociedad que somos y de cómo nos tratamos a nosotros mismos.    
La lluvia me trae la belleza cuando el invierno acecha con los fantasmas deshojados, pero también un sin fin de pensamientos desbocados. No me importa, me da igual. Tal vez así encuentre la manera de ser parte de la solución.