Mariano de la Puente

Percepciones

Mariano de la Puente


Hombres, máquinas y… silencio

06/10/2024

¿Cansado de la maldad de la inteligencia humana o natural (IH)?, pues la que llega, la artificial, (IA), no parece que nos mejore. La IH se rige por reglas precisas, el universo de la inteligencia artificial es anómico y salvaje. ¡Urge legislar!

¿Entendemos los nativos analógicos el mundo digital? Comprender la inteligencia artificial (IA) y sus consecuencias me recordó el libro "Los Papalagi" (Scheurmann). En él se narra el incompresible mundo de los blancos a los ojos de un jefe samoano, Tuiavii. Viajó a Europa a principios del siglo XX y escribió discursos dirigidos a su pueblo, Tiavea, exhortándolos a que no se dejaran llevar por las "comodidades", o locura, del mundo occidental. Delicioso libro que nos pone ante el espejo.

Siendo analógico, comprender el alma de la inteligencia artificial, si la tuviera, sería imposible. Las GAFAM, (acrónimo de Google, Apple, Facebook, Amazon y Microsoft), muestran una insensibilidad exquisita hacia el ser humano, sus propietarios, también. Los medios de producción a que se refería Karl Marx están ahora en menos manos y una concentración excesiva y falta de normas supone un riesgo incalculable; nunca tan pocos pudieron tanto: controlan la información, la economía, la riqueza y anteponen los beneficios y el poder al provecho social. Propician alianzas o amistades poco fiables como el caso de Elon Musk con Milei, Trump o Netanyahu.

Los dueños de las GAFAM y sus vasallos utilizan el automatismo y los macrodatos (Big Data) para entrometerse en nuestra vida. Interfieren nuestras decisiones de consumo, la movilidad, nuestra intimidad e influyen en las decisiones políticas y actos electorales. Miles de robots y bots nos conducen en silencio a sus redes cual arañas. Leí que la ciencia se convierte en delirio fáustico cuando no acepta límites.

Las GAFAM, silenciosas y casi invisibles para los Estados, nos meten de hoz y coz en ese metaverso mitad realidad, virtualidad digital, ensoñación y ficción. Por nuestra ignorancia o indolencia nos colocarán cualquier producto. ¡Es el consumo y la economía, estúpido!, que diría Clinton. Somos esa sociedad de usar y tirar. ¿Qué invaden nuestra intimidad?, la ética para ellos es una pamema. Su IA les ha aprovechado y mucho, ¿y a la humanidad? Silencio.

Si pierden el control de la IA en qué manos quedamos, ¿de la IA o de sus dueños? Algunos personajes inmorales y Estados sátrapas la utilizan a su antojo; también Estados democráticos con la excusa de proteger a sus ciudadanos, ¿recuerdan Pegasus? Crece la ciberdelincuencia desvalijando a empresas y personas; en 2018 se contabilizaron 220.000 hechos delictivos, en 2023 se duplicaron, 472.000, (Informe de cibercriminalidad en España).

Nada escapa a las garras de la IA, sus propietarios la utilizan espuriamente llegando a situaciones trágicas y crueles, ¿ejemplos?: La estrategia de invasión israelí de Gaza se fio, dicen, a la inteligencia artificial: ¿Así duelen menos los muertos? Van más de 41.000 (11.000 niños y niñas) a los que hay que añadir, ese penúltimo disparate, gracias a la manipulación de unos buscas y transmisores, centenares de muertos y 4.000 heridos.

¿Y los influenciadores, esos líderes de la estupidez? Es el colmo de una sociedad mema. ¿Qué necesidad tenemos de ver la gingivitis de unos personajes cepillándose los dientes y otras muchas tontunas? El remate es como algunos dan publicidad y forran a estos seres a costa de un público abúlico y desidioso. Un mundo de proponentes y admiradores que sueñan con el salario de Elon Musk: 358.000 euros a la hora. Tranquilo, ni se le ocurra compararlo con su salario o pensión, le explotaría el cerebro.

Por supuesto que hay aplicaciones y tecnología que ayudan y son positivas: Operaciones pioneras en hospitales, éxitos de la investigación médica e ingeniería; ganancia de tiempo en asuntos vitales para las personas, etc., pero las negativas las opacan. ¿A quién maldecimos cuando la IA instalada en ese vehículo inteligente nos lleva a una carretera, ahora inundada por un pantano; o cuando para ganar tiempo una voz seductora te orienta: "gire a la derecha" y acabas encajonado en las callejuelas de un pueblo remoto? Silencio.

La Comisión Europea sospechaba del robot aspirador Roomba. El artilugio manejaba dos artes: la limpieza y el cotilleo estilo agente 007. La información acumulada hubiera sido el paraíso de los viejos publicitarios. Una multinacional adquirió rápidamente el simpático aparatejo, ¿era el objetivo elaborar algoritmos y aumentar su negocio?

La compañía de seguros apoyada en la IA te expulsa por un par de percances menores. Reclamas y al otro lado una voz parece descojonarse mientras te ordena: "marque el 1 si…"; "marque el 2 si…" ¿Y el factor humano?, ni está ni se le espera, silencio. Cuando mandas a la mierda a la máquina, el sistema responde lacónico y metálico, programado para enseñar moralidad… o silencio. ¡Coche nuevo!, la misma compañía te persigue, ¡algoritmo al ataque! En sus registros olvidó que nos mandó a hacer puñetas.

Una universidad hebrea desarrolló un algoritmo, SASI, que detecta el sarcasmo, ¿será aquella voz tras el teléfono? Decían que la ironía era un don de la inteligencia humana, ¿SASI captará la ironía humana?, ni de coña.

Los seguros sanitarios te admiten previo certificado de salud plena; el algoritmo te examina, no quieren humanos enfermos no son aptos ni rentables. "Nada humano nos es ajeno", ¡Pobre Séneca!

¿Ha muerto? ¿Sin seguro?: lío. ¿Con seguro?, el finado y sus deudos disfrutarán de las comodidades tanatoriales. ¡Aberrante!

Sobre bancos, eléctricas y similares, ¿qué les voy a contar? Las empresas viven en la nube, pero los clientes seguimos en el suelo. Todo – dicen- por el cliente. En las oficinas la inhumanidad de la IA ha contagiado a los pocos humanos que quedan y además cabreados, ya sabe, menos personal, más beneficio. ¿La Administración pública?: Vuelva usted mañana, como escribió Larra. Silencio.