No sé ustedes, pero cada vez que oigo las noticias o abro un periódico, tiemblo porque no sé qué me van a decir. Lo de casi todos los días es: accidente de tráfico con un montón de muertos y heridos; incendio de una vivienda, donde no han podido salir unos niños, que se han achicharrado; violación de una joven que camina tranquila por una calle, y por el día, por un grupo de bestias, entre los que había menores; una madre pega un tortazo a un árbitro, porque no la gustaba el arbitraje de un partido donde jugaba su hijo; un político que se ha llevado crudo un montón de pasta, en una corrupción que, por supuesto, niega; los datos sobre pobreza, sobre todo, pobreza infantil; lo que pasa en África, que como nos pilla lejos, casi no nos enteramos, pero que es brutal; que si nos estamos calentando demasiado, y hasta el hielo de los polos se derrite; que los mares, y también los ríos, están contaminados, y ya no respiran ni los peces; la sequia atroz por un lado, con incendios desbastadores, o los diluvios, ahora llamados danas, que arrasan todo lo que las aguas pillan a su paso, con muertos y otros con pérdidas totales, con una pésima gestión de las administraciones, antes, durante y después del suceso; que si el consumo excesivo, al que nos empujan sin que lo necesitemos, solo consumir por consumir; que si el tráfico ilegal de cosas, drogas o personas que esclavizan a otros, por unos desalmados; que si hay exceso de armamento para matar, o falta armamento para defenderse; guerras interminables, con muertos, destrucción, desplazados; la existencia de una clase política, como nunca la ha habido tan mala, que va a defender su ideología, y lo demás les importa un rábano; que no tenemos viviendas suficientes, o su precio en propiedad o en alquiler, no hay quien lo soporte, salvo los ricos, a los que se les cae el dinero de los bolsillos; que si el tren no llega, o llega tarde, o se avería, y tardas menos en ir andando; que si las tradiciones de siglos, ahora hay que revisarlas o quitarlas, sean profanas o religiosas; que si un macho ha matado a su hembra porque la considera de su propiedad, y puede hacer lo que quiera, y de paso, a sus hijos; que si los pueblos se quedan vacíos, porque ya no se puede vivir en ellos, o el trabajo que dan, que lo hagan "los negros" (con perdón); huelgas, manifestaciones, protestas, porque muchos se consideran ninguneados; cada vez nacen menos niños, porque primero soy yo y después la humanidad; o esos países donde la mujer es una mera cosa reproductora sin ningún derecho. Para que seguir. ¿es que no hay nada bueno?
El mundo es maravilloso. Nuestra tierra guarda tesoros que impresionan por su belleza. O ese universo casi infinito, porque no sabemos dónde acaba, al que somos capaz los humanos de atisbarle y de contarlo, sin comprenderlo. Entre las muchas maravillas y bondades que da la vida, que llenarían las páginas de este periódico, me quedo con la mirada de un niño pequeño; esos ojos abiertos, a través de los cuales el observador capta la inocencia, esa cosa que vamos perdiendo según pasa el tiempo, cuando sabemos más de todo, menos de aquello que fue. Estamos en unos días en que celebramos la Navidad, palabra que significa nacimiento, no solsticios, comilonas, luces y juergas. Pero nacimiento ¿de quién? Pues del Dios hecho hombre, en el que creemos los cristianos, al que imaginamos su mirada de niño, con unos ojos que expresan un amor infinito, ojos puros, claros, limpios de todo mal, que miran a los que se acercan a Él. De fondo, unas voces que dicen: Paz a los hombres. Que hermosas palabras, PAZ Y AMOR.